La teoría de las ideas platónicas explica cómo lo que es múltiple en esencia es único en substancia sin disgregarse ni confundirse. Así, en todo cuerpo se da forma y cantidad sin que la forma materializada pueda ser sin cantidad o la cantidad materializada sin forma, y sin que forma y cantidad se confundan en el ser materializado.
Así, en el hombre se dan dos esencias, espiritual y corporal, y una única substancia humana.
Es propio de la esencia permanecer inmutable e idéntica a sí misma, mientras que es propio de la materia fluir, descomponerse infinitamente y no ser nunca nada unitario ni, por tanto, hallarse jamás igual a sí misma.
Lo material muta debido a que, careciendo de esencia propia, existe en concurso con lo que le es disímil. Se da, pues, en todo lo material un incesante comercio y una conversión recíproca de lo uno en lo otro. Por el contrario, lo ideal mantiene relación con lo ideal sin alterar su esencia, de manera que, por ejemplo, la forma y la cantidad se vinculan mediante el número, al que ambas pueden reducirse, pero jamás la cantidad deviene forma ni la forma cantidad.
Lo esencial y lo material confluyen en lo real, lo que nos permite hablar de la realidad como aquello que es cambiante y unitario al mismo tiempo. Por ello, decimos que este cuerpo mutable tiene tal forma y tal cantidad, pero que es uno y el mismo en tanto, en determinado momento, tiene tal forma y tal cantidad. Incluso si se sostiene que todos los cuerpos son el mismo cuerpo, al no haber vacío entre ellos, se predicará por este motivo la unidad real -esto es, no aparente- del universo, que es igual a sí mismo, y no una mera ilusión o fantasma, aun cuando esté en perpetuo cambio.
Lo material asustancial, por cuanto carece de unidad, carece de acción. Ni siquiera puede cambiar, crecer o decrecer, porque todavía no ha llegado a ser. Luego tampoco puede elevarse a lo esencial, siguiéndose que lo esencial debe descender a lo inesencial por vía participativa, sustancializándolo.
La participación de lo sustancial en lo esencial, de lo real en lo ideal, es una causación sin materia. Pues es cierto que lo sustancial no existiría sin lo esencial, y lo es asimismo que lo esencial no depende de lo sustancial, semejantente a como lo atemporal no depende de lo temporal, ni se da entre ambas esferas una continuidad física por la que, mediante grados, de la una se pase a la otra.
Que lo real participe en lo ideal inmaterialmente significa que lo ideal es causa de lo real, si bien no causa material, sino formal y sobrenatural. Llegados a este punto es sencillo concluir la existencia de una deidad, toda vez que en las ideas no radica la inteligencia para concebir el mundo ni la voluntad para crearlo. Esto es así dado que pertenece a las ideas el ser inteligibles, no el inteligir, y el ser necesariamente en sí mismas, no el desear en otro aquello que es posible.
Luego Dios, en cuyo intelecto se contienen las ideas eternas y cuya voluntad desea propagar máximamente el ser, crea el mundo como un todo armónico y sustancial, donde se da un orden reflejado en cada fenómeno, de modo que las apariencias están fundadas en sus respectivas sustancias y éstas en sus correspondientes esencias.