Los tiempos han cambiado, ya no hay guerras internas; hoy día se tienen maras, pandillas, favelas violentas, crimen organizado, narcoterrorismo; el miedo sigue existiendo.
En Perú fueron el terrorismo, representado por Sendero luminoso y el gobierno, en su lucha por erradicarlo, los encargados de promever el miedo. De ahí nace el hilo argumental de La teta asustada, producción peruana, dirigida y escrita por Claudia Llosa.
La historia se desarrolla en torno a Fausta (Magaly Solier), una joven encerrada en sí misma, que padece una enfermedad cuasimitológica transmitida por medio de la lactancia materna.
La película está ambientada en la época actual, no hay enfrentamientos armados, ni nada por el estilo, pero el personaje principal es la representación del temor adquirido como herencia genética. En ese sentido hay un buen trabajo de cámaras, pues la mirada de Fausta es captada como si estuviera viendo a escondidas, con timidez. La actuación de Magaly Solier funciona, dentro de sus limitaciones como actriz logra transmitir el estado de ánimo que requiere el papel.
El guión está cargado de simbolismos, en principio ese es un mérito;pero se llega a abusar del recurso, algunas veces se presentan demasiado explícitos y otras se vuelven oscuros; no hay equilibrio ni giros en la narración, por lo que el conjunto termina siendo disperso.
Cuando se trata de cine realizado con bajo presupuesto se tiende a ser indulgente. Por supuesto que lograr un buen filme a pesar de las limitaciones es meritorio, pero se debe mantener la objetividad. La teta asustada es un trabajo decente, con más fallos que aciertos, pues la puesta en escena sufre las deficiencias del guión, reflejado en lo inconexo de algunas escenas y la falta de desarrollo de los personajes.
Está nominada al Oscar, por mejor película en lengua no inglesa, pero si todo sucede de acuerdo a la lógica, no tiene ninguna oportunidad frente a La cinta blanca de Haneke.
Calificación 6/10