Al pairo de las encuestas, ya se están colocando la piel del oso, antes de cazarlo. Deben saber que pueden recibir un batacazo en las próximas elecciones, el triunfo en ese día es la verdadera encuesta. Me temo que Cospedal y otros se queden sin su taifa. Pero he aquí que las encuestas son las únicas manifestaciones que realmente respeta Rajoy. Existen otras motivaciones serias por las que debe preocuparse: Inspirar confianza y convencimiento, mostrar fuerza de arrastre y capacidad para sacar España de esta ruina. Sin embargo, aún pueden pensar que hay ESPERANZA.
Llevan un tiempo creyendo que el PP será el ganador; nosotros no nos lo creemos; tal vez alguien esté difundiendo ese rumor para inclinar la balanza a su favor. Es cierto que PSOE y PP tienen gran número de votos seguros, pero la batuta la tienen los tres millones de votantes indecisos y no incondicionales de ninguno de ellos, son los que proporcionan la victoria a uno de los dos. Es verdad que el machaqueo de los medios afines, la escasa valía de estos políticos que nos han sobrevenido en suerte y la amplia corrupción de unos y otros va a pasarles su factura, aunque bien es sabido que no todos los casos son iguales: Los manejos y derroche en la Generalidad presidida por Montilla, el fraude de la prejubilaciones de los ERES, la creación de empresas irregulares para desviar fondos y los negocios autorizados a los hijos y familiares de la Junta Andaluza, no se pueden comparar con el asunto de los tres trajes.
La indiferencia de Rajoy es insufrible. “Me dan nauseas los tibios” dice el Señor. No debió apoyar la entrada de esos seis jueces en el T. Constitucional ni seguir apoyando a Pachi López fervoroso amigo de los proetarras; como los jueces no deben ser elegidos por los políticos ni militar en ningún partido, y ser de veras independientes. Rajoy está muy confundido y desviado, esa parsimonia y mutismo sesteantes le restan seguidores y electores entusiasmados; se equivoca cuando manda a Trillo a pactar con el Sibilino Ministro, se equivoca cuando deja marchar a A. Cascos, cuando vota la ley Sinde, cuando no clama contra las “autonosuyas”, cuando no grita contra el derroche y los desorbitados sueldos de los políticos, cuando no rechaza la prohibición de los toros y tantas otras prohibiciones innecesarias; en fin, se equivoca en su indecisión y trasteo, se equivoca en esa oposición desvaída y mortecina, así no se incitan apegos ni pasiones.
C. Mudarra