¡También yo quiero abrirte y sembrarun grano de poesía en tu seno!Anda todo a labrarse,todo a enterrar centeno,y son horas de ponerme yo a germinarla simiente de los versos que cultivo.
En la cosecha madura del mañanasin dueños ni fronteras,ha de existir la plaga del panizo,la voluptuosidad del sueñode la amapola roja y precoz,y el alegre abandonode una banal cigarra.
Pero de las alas que agite,¡El poema que canteserá gracia y límitedel pendón que levantela fe que a tu fuerza resucite!
¡Nos casó Dios, el mito!y cada imagen que me vienees un retoño tuyo, o un gritoque yo sencillamente repitoen la melodía que el poema tiene.
¡Tierra, aliada míaen la creación!sea fecunda la tierra labrada,seaa la superficie del suelo,¡Nada fecundas, nada,que yo no fermente también de inspiración!
Por eso te roturo de magiay te lanzo en los brazos la cosechaque has de parir después…Poesía deshecha,fruto maduro de nosotros dos.
¡Tierra, mujer mía!Un amor es el gesto,¡Otro la calentura que se quieredentro de un cuerpo desnudo, moreno!
La arada de los surcos no concibeuna bellota que no de robles;la mía planta rocíos…Agua que la mañana bebeen el pudor de los obstáculos.
¡Tierra, mi canción!Oda alzada de polo a polo¡Por la belleza que no sabe a panpero sí al gusto de la vida!