En un punto determinado de la historia reciente, no muy lejos del final de la dictadura, se le encendió la bombilla al consejero delegado del gobierno y se estipuló por tácito decreto que las Fiestas, la Farándula y el Fútbol acapararían toda la atención del vulgo y por tanto las decisiones tomadas en las reuniones del senado y el congreso serían de mínima importancia para ellos.
Otro sagaz consejero hizo ver a los poderosos empresarios, banqueros y políticos que dando unas buenas raciones semanales de estas efes a su pueblo, podrían dictar leyes y decretos que les rendirían grandes beneficios personales, y los mantendrían en el poder durante años y años; aparte de eso, sus leguleyos -lejos de darse por enterados- vivirían felices y comerían perdices y jamón de pata negra en navidades.