Te voy a contar una historia sobre números.
Como es obvio, tengo un blog. En el momento en el que escribo esto, hay un promedio de 18.000 personas al mes que echan un vistazo a alguna de las páginas o artículos. De estas, la gran mayoría no vuelven. Quizá me encontraron haciendo una búsqueda en Google, resolvieron su duda, y se fueron contentos.
De todas estas personas, con suerte, unos cuantos adquieren alguno de los productos que ofrezco, principalmente, el curso online con el método C.A.R.
De los que adquieren el curso, algunos ni siquiera lo comienzan. Otros lo hacen en silencio. Pero hay varios, cada vez más, que se deciden a hacer alguna consulta, feedback o a mandar un correo de agradecimiento por lo que han aprendido.
Es decir, de 18.000 personas que de alguna manera ven este blog cada mes, puedo contactar de forma más personal con solo unas cuantas.
Ahora, déjame que te haga una pregunta. ¿Sabes de quién me acuerdo? La respuesta fácil es decir que de las personas con las que trato, claro. Y es que recordamos personas, momentos, no cifras.
Pero la triste realidad es que yo no trabajé para esas personas en particular, sino para llegar a 18.000. Me enfoqué en un escaparate que pueda ver mucha gente, con la esperanza de que alguien entre y salude.
Es un enorme desperdicio de energía, porque esto que yo estoy haciendo le pasa a miles de webs en el mundo. Y mejor no hablamos de redes sociales o de otros tipos de contenido que son tan efímeros y pasan tan desapercibidos que mejor no se hubieran producido nunca. No porque no fueran buenos, sino porque se tiraron a la basura.
Resulta que hay miles de personas por ahí haciendo el triple de esfuerzo del que la lógica dice. ¿He dicho el triple? Perdón, miles de veces más de lo que debería ser necesario. Se supone que tanta tecnología debería haber servido para conectar a la gente de forma más sencilla y efectiva. Alguien ofrece algo que alguien necesita. Internet les conecta y todos contentos.
Pero no. Internet se ha convertido en un sitio donde millones hablan y millones preguntan, pero nadie se entiende.
Así que para aumentar la efectividad, recurrí a las cifras. Porcentajes de conversión, rebote, intenciones de búsqueda, suscriptores… hay todo tipo de analíticas ahí fuera.
En la lucha por aumentar las cifras he probado de todo. Me gusta la efectividad, así que, ¿por qué no buscar un modo mejor de hacer las cosas?
Aunque la línea del blog ha sido siempre ascendente, parecía que había un enorme embudo cada vez más ancho, pero con una boca por la que solo cabía una minúscula gota.
Lo peor de las cifras y gráficos es que, por mucho que los mires, no van a cambiar. Son simplemente unos jueces robóticos, sin sentimientos ni preferencias. En teoría, y esto es un tanto atrevido, son una representación de la realidad.
Entonces, un día, a raíz de un cambio en las tripas de la web, me surgió una pregunta: ¿y si prescindo de las cifras? En un primer momento, me pareció una idea ridícula. ¿Cómo iba a dejar de mirar las estadísticas? ¡Estaría ciego y no sabría qué hacer! Lo descarté una y otra vez, pero la semilla ya estaba plantada en mi cabeza.
¿Realmente servían para algo todas aquellas cifras? Claro, la analítica tiene su sentido, pero como yo mismo había escrito en este blog, es bastante difícil saber qué analizar. Muchas veces, se pierde de vista el objetivo de las cifras, y se cae en errores gravísimos como lo que ocurrió en la India. Resulta que se ofreció una recompensa por cada cobra muerta. Los emprendedores comenzaron a criar cobras para obtener la recompensa. Al final, había más cobras en la ciudad.
Así que, en vez de descartar la idea por absurda, me puse a trabajar con otra pregunta: ¿cuál es el dato que necesito saber?
¿Y sabes qué?
El dato se llama Juan, vive en Valencia, es profesor, y tiene dos hijos. Necesita ayuda porque gestiona tantas tareas que ya no sabe cómo organizarse. Es de los que dicen que sí a todo, y ya hace tiempo que se olvidó de sus prioridades y sus hobbies.
El otro dato se llama Mónica, trabaja en una multinacional, y es madre soltera. Todos a su alrededor le exigen muchísimo, o al menos, eso siente ella. Nunca aprendió nada sobre productividad, pero cuando llega a la cama exhausta después de una larga jornada, siente que debe hacer algo para arreglar su vida.
Son Juan y Mónica con los que podré contactar de verdad, a los que podré ayudar, y los que me recomendarán si les parece que puedo ayudar a alguien más. Y créeme, esa recomendación valdrá muchísimo más que un montón de trabajo para mejorar las cifras.
Justo hoy vi un documental con la familia. Se llama seaspiracy. Trata sobre el problema de los plásticos y la pesca industrial. ¡Es tremendo lo que está ocurriendo! En un momento dado, un pescador de ballenas defendió su postura y por qué su familia se dedicaba a ese negocio. Básicamente, lo que dijo fue que para él lo importante no eran las cifras, sino las vidas. ¿Qué era peor? ¿Pescar 4 salmones pequeños o 1 ballena de varias toneladas? Para él eran 4 vidas o 1 vida, independientemente del tamaño.
Más allá de la ética de matar un animal para comer o para otros usos, hay una cuestión interesante aquí. Nos olvidamos de las personas y nos concentramos en las cifras, sean números, medidas, porcentajes o cualquier otro tipo de cantidades. Las cifras nos tapan lo que representan.
Sigo buscando a más Juan y a más Mónica. Mientras, he decidido prescindir de las estadísticas en esta web. Ya no uso Google Analytics ni las estadísticas de WordPress ni ningún otro plugin o servicio que recopile estos datos. El servidor me sigue diciendo por defecto cuántos visitantes únicos hay al mes, y algún dato más, pero ya no me interesa.
He aprendido que la clave no está en mirar cifras, sino en procurar mejorar la calidad de tu trabajo. La clave no está en los números, sino en las personas. Si quieres tener datos de verdad, haz las preguntas correctas a tu audiencia, y escucha con atención. Eso te dirá cosas que ninguna estadística te podrá mostrar.
Por eso te invito a que te libres de la tiranía de las cifras, y mires más allá de los números. Trabaja por mejorar la calidad y la cantidad de tus acciones. Conecta de verdad con las personas. Habla con ellas siempre que puedas, y haz más que lo que te pidan.
Cuando pasen los años, te seguirás acordando de Juan y de Mónica.
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Publicado por: EfectiVida - Efectividad, organización, productividad y desarrollo personal