11 agosto 2013 por pablobarber
Ha desaparecido de nuestra memoria, como si nunca hubiera existido, pero hubo una era en España en la que teníamos el alma en vilo por la complicada situación sentimental de Belén Esteban y la polémica sobre su traje de novia. No había forma de salvarnos de todo aquel tomate. Y mientras algunos comenzábamos a decir pero qué coño es esto, este tipo de programas alargaba su duración y rompían el termómetro de las audiencias. Amplias tertulias sesudas sobre infidelidades múltiples, tamaños de pechos diversos o aumentos y disminuciones de quilos. Horas y horas en prime time cautivados por interesantes hipótesis científicas y contrastadas. Porque todos eran periodistas. Del corazón, pero periodistas.
Ahora todo eso se ha acabado.
¿Todo?
¡No amigos y amigas! Ha surgido una nueva figura en el horizonte radio-televisivo que son los todólogos, pequeños seres misteriosos que, gracias a una habilidad extraterrestre son capaces de opinar de todos y cada uno de los temas que se les pone encima de la mesa. Opinar he dicho, no de dar pruebas o aportar información extra. Opinar, lo que a ellos les sale de los huevos, tanto del derecho como del izquierdo. Eso sí, la todología es democrática, porque mamarrachos hay en los dos lados.
Tienen varias cosas en común con los tertulianos (o lo que sea) anteriormente citados. Lo primero, y para recalcarlo, es que todo es pura conjetura. Antes hablábamos de la posible y/o supuesta homosexualidad de Alejandro Sanz. Ahora hablamos de los posibles y/o supuestos sobresueldos del Partido Popular, y los todólogos se posicionan para defender y/o denostar posibles y/o probables pruebas sobre la básica lógica y sólida de la ideología. Tanto uno como otros llevan la verdad absoluta a los platós y micrófonos de radios de toda la geografía española, sin pararse a pensar que muchas veces los receptores, mientras friegan los platos dicen: “qué me importa a mí lo que usted piense”
Porque, al igual que los anteriores, éstos también son periodistas. Hay algunos que los ves tanto en la televisión que te preguntas cuándo tienen tiempo para trabajar. ¡Ah no, disculpen, es que la todología se está convirtiendo en una profesión, porque además cobran su dinero por exponer sus opiniones no contrastadas!
Yo estoy de acuerdo que el periodista es creador de opinión pública, y esa es una herramienta honesta y válida siempre y cuando se sea consciente de qué impacto pueden tener las posiciones de cada uno y cuáles son los intereses escondidos que uno maneja. A mí no me interesa lo que opine un hooligan como Marhuenda, aunque es el único que airea sus intereses a los cuatro vientos. No me importa y además daña tanto la mala (y merecida) imagen que tenemos los periodistas que hasta me duele. Me duele que a todo se le llame periodismo y periodistas.
Hay tertulias muchos más completas e interesantes en los bares de cualquier plaza española.
Pero dejemos claro una cosa. Entre los asiduos a estas reuniones de patio hay voces más que autorizadas y más que interesante que dan un poco de color a este panorama tan negro. Pero a veces tengo miedo de que se contaminen de tanta mediocridad y terminen hablando de la talla de calzoncillos de Rubalcaba, que sería una mezcla de lo que teníamos antes y lo de ahora.
Dicho esto.
Yo soy todólogo. Poco convencional, pero todólogo.
No me pagan, pero me llaman para dar mi opinión en ciertos programas. No se por qué ni con qué criterio. Y no me enorgullezco de eso. Lo que sí hago es callarme cuando no conozco un tema o no tengo nada que aportar. Es lo mínimo que puedo hacer, por mí, por mi profesión y por la inteligencia de los que me escuchan.