Como podrán presuponer por el nombre, la esencia de la fiesta consiste en arrojarse tomates los unos a los otros. Se afirma que los orígenes de esta fiesta se encuentran en el año 1944 cuando durante un desfile de Gigantes y Cabezudos, unos jóvenes se liaron en una pelea y como lo único que había a mano eran unos tomates, comenzaron a tirárselos.
Lo curioso fue que al año siguiente los jóvenes volvieron a involucrarse en una pelea pero esta ves se llevaron los tomates de casa para que fungiesen como proyectiles. Así, este fenómeno se repitió durante varios años hasta que finalmente, quizás porque la policía se cansó de poner orden, se autorizó de una vez y por todas la tomatina, corría el año 1959.
Alrededor de las 11 de la mañana, cuando suena la carcasa, inicia la tomatina. Entonces pasan camiones repartiendo los proyectiles y bañando con tomates a los presentes. Si es la primera vez que participas te sugiero llevar gafas protectoras y guantes, no eres capaz de imaginar cuánto tomate vas a ver. Además, debes saber que los tomates primeramente son aplastados para que no dañen a las personas.
Exactamente una hora después vuelve a sonar la carcasa y se termina la fiesta. Entonces aparecen los bomberos para lavar las calles. Un detalle que deben conocer los detractores de esta fiesta es que estos tomates se cultivan en Extremadura especialmente para la fiesta ya que no tienen un buen sabor para consumirse.
Esta guerra de tomates atrae siempre a más turistas y ha inspirado a otras ciudades del mundo. Por ejemplo, desde el 2004 se celebra en la ciudad colombiana de Sutamarchán, en San José de Trojas (Costa Rica), en Dongguan (China) y en Reno (Nevada). Como dato curioso les apunto que también existe un videojuego inspirado en la tomatina de Buñol.