Páginas: 160
ISBN: 9788439728061
Precio: 16,90 € (e-book: 10,99 €)
La trabajadora (2014), la tercera novela de Elvira Navarro (Huelva, 1978) después de La ciudad en invierno (2007) y La ciudad feliz (2009), narra la situación de dos mujeres al límite en la España reciente. Dos mujeres en apariencia distintas, de generaciones diferentes, con recorridos profesionales desiguales; pero que pasan por un estadio parecido: precariedad laboral, trastorno, medicación y creatividad como vía de escape. La autora, licenciada en Filosofía y con experiencia en el sector editorial, admite en una entrevista para Vozpópuli que el sustrato de la obra nace de sus propias vivencias:
La trabajadoraparte de una circunstancia real. Más bien de dos. Una me ocurrió en 2003. Estuve seis meses sin que me pagaran y luego tuve una serie de ataques de ansiedad, hace ya mucho tiempo. Eso dio lugar a un texto, que llaméLa trabajadoray que no podía continuar porque estaba demasiado pegado a mi biografía.
Sin embargo, no hay que quedarse en el impacto de la frase, sino buscar las intenciones de la inquilina para decidir explicar esta historia. Elisa desconfía y, más tarde, cuando este discurso se complementa con su mirada de la Susana personaje, se aprecian los contrastes entre la concepción que tiene su compañera de sí misma (neurótica, grotesca, amante de un enano muy singular) y lo que se ve de ella desde fuera (una teleoperadora frustrada, con una relación a distancia, que esconde sus orígenes y se construye de nuevo a través de la imaginación, mediante los recortes de revistas con los que hace collages de la ciudad), como si Susana necesitara llamar la atención y reinventarse para salir a flote de sus conflictos interiores. La forma de elegir el orden de la información que se desvela, las omisiones y los apuntes de una Elisa atontada por las pastillas, resultan fundamentales para entrever estas incongruencias.
La precariedad, por otra parte, desencadena unos ataques de ansiedad que llevan a Elisa al psiquiatra. La patología se concibe desde una perspectiva sociológica, es decir, tiene sus raíces en las circunstancias sociales de Elisa; no es inherente a ella misma. Además, no se trata solo de dinero. Las noticias hablan mucho de datos, de estadísticas; pero hay una faceta de la precariedad difícil de medir: sus efectos en la autoestima, la realización personal, que en Elisa se plasman en su incapacidad para escribir, una vocación paralizada («Lo que me ocurría no tenía que ver con la escritura, sino conmigo. La escritura era un escenario más de mi miedo.», pág. 96) y en el malestar por no sentirse valorada por su superior. Aunque la precariedad sea la causa principal de su estado, se complementa con la soledad de Elisa, sus paseos nocturnos por la periferia, el distanciamiento de la familia. En muchos momentos parece que Elisa no tiene nada a lo que aferrarse (al menos, hasta el final), y quizá ahí está el verdadero aprieto de esta época: una sociedad que promete libertad en todas las facetas de la vida, pero constriñe las oportunidades hasta dejar al individuo perdido, solo, inseguro. La carga política es más que notable.
Elvira Navarro
En suma, La trabajadora promueve una reflexión contundente sobre esta situación social, porque manifiesta las preocupaciones de muchos jóvenes y no tan jóvenes; y lo hace centrándose en el desánimo, en la impotencia (no solo en la vertiente material del desempleo), que a la larga son, probablemente, las peores secuelas. Más que una novela sobre la crisis, es una novela escrita desde la precariedad, que ya existía antes de que la burbuja estallara. Solo a partir de unas circunstancias como las de los últimos años puede surgir un texto tan actual como este; y, aunque se centre en el sector editorial, el mensaje se aplica a muchos ámbitos. A propósito de las editoriales, hay una paradoja en la publicación de La trabajadora en un gran grupo de la industria cultural, la misma que genera desazón en Elisa; una contradicción interpretable como un triunfo (la crítica al sistema lanzada desde el sistema) o una derrota (la crítica al sistema absorbida por el sistema). En cualquier caso, más allá de esta curiosidad, la obra constituye una apuesta valiente que se une al corpus de ficciones sobre el devenir de la sociedad española del que forman parte, con estilos y tramas diversos, otras novelas recientes como Por si se va la luz (2013), de Lara Moreno, o Inercia (2014), de Ariadna G. García. Resulta interesante comprobar cómo las transformaciones sociopolíticas están influyendo en la creación literaria.Las imágenes corresponden a pinturas de Madrid realizadas por Antonio López, al que se hace referencia en la novela. Por orden de aparición: Madrid desde Capitán Haya (1987-1996), Gran Vía (1974-1981) y Madrid desde Torres Blancas (1974-1982).