Quienes apelan a la tradicional amistad de España con Marruecos y el mundo árabe olvidan una historia de guerras y desconfianzas iniciada hace 1.291 años con la conquista islámica de la península Ibérica seguida de su expulsión y de las invasiones españolas del norte del continente.
Porque tras la derrota del imperialismo islámico comenzaba el expansionismo cristiano por África, cuyos vestigios son lugares como el islote Perejil.
Por recordar solamente algunos hechos amistosos recientes, tenemos ya a mediados del siglo XIX serias luchas coloniales hispano-marroquíes, aunque el siglo XX estuvo más marcado por esos afectos: entre 1909 y 1927 hubo múltiples guerras que incidieron gravemente en España, tanto en la Semana Trágica de Barcelona, como en la guerra civil, protagonizada por el ultranacionalismo de los militares africanistas, con Franco y sus tropas moras a la cabeza.
España siguió evocando su amistad con Marruecos, y en los años 50 Rabat ganó la guerra de Ifni, silenciada por el derrotado Franco. En los 70 Marruecos conquistó un Sahara que los españoles abandonaron para evitar otra guerra amistosa.
Todavía quedan los últimos baluartes norteafricanos de España, reclamados por un Marruecos apoyado por el Islam, mientras que occidente apuntala tibiamente a una España que ve como potencia colonial.
Quizás Marruecos abandone Perejil, es posible que a cambio de alguna promesa sobre Ceuta y Melilla, y después España exigirá la renuncia definitiva de Rabat a conquistar las islas Canarias, aunque parece que no puede evitar su lenta pero permanente invasión amistosa; de Canarias y podría ser que del resto de España.