Para una mayor comprensión y dilucidación sobre algunos conceptos deberíamos tener en cuenta el origen de los términos y la utilización que se da de cada uno de ellos. Según el contexto y el significado que le quiera dar el autor o la persona cada vez que se hable de ellos.
Muchas personas por ejemplo se han refieren o han referido al Capital en mayúsculas para darle mayor énfasis a la cuestión tratada, otros en cambio -en menor cantidad- aluden a ellos en minúsculas. Cuando nos referimos al Capital en mayúsculas el significado y el concepto del mismo queda cercenado por una visión subjetiva e imparcial, esto se suele hacer para persuadir al receptor del mensaje de la importancia que tiene el Capital en una sociedad netamente capitalista y en carestía del mismo.
La observación de estos pequeños detalles es fundamental para la compresión que se le otorga al concepto en cuestión, de no hacerlo, caemos en la demagogia y en la confusión de las cuestiones de las que se habla, escribe, o discierne.
La importancia de cada concepto tratado dependerá de la situación y del contexto en que se halle y del momento que también tenga el mismo, dependerá de varios factores cuantificar la importancia y el valor del concepto que se mencione.
Otorgar a los conceptos y más cuando (en gran medida) son abstractos definiciones aparentemente absolutas generará más confusión de la necesaria, por lo que hablar de ellos es cuando menos irrelevante y degenera en engaño.
Por lo que la objetividad del tema que se trata pierde toda noción de verdad, se cae en la subjetividad del pensamiento y en el posterior falacia.
Para una profunda compresión del concepto habría que medir en cada momento su valor y la utilización del mismo. Cómo y para qué nos sirve en nuestra vida diaria, como por ejemplo, qué usos les damos a las cosas. La utilización de las diversas mercancías que hacemos en nuestras existencias nos daría una orientación de su uso.
Por ejemplo, un discurso basado en la falta de mercancías en un sistema por lo general sin exponer o tener en cuenta el porqué no las hay o capital que las fabrique y el significado real de los términos y el valor que tienen en cada momento, cae en la ambigüedad y en la posterior falsedad, es una trampa en la que caen "inconscientemente" la mayoría de los lectores u oyentes del discurso.
Suele ser el discurso de la inmensa mayoría de los políticos, filósofos, intelectuales, etc.
Por lo tanto, habría que optar por la reflexión sobre todos los temas tratados para que se pueda tener una compresión real sobre el mismo.