La transición a un sistema sostenible

Por Raguadog @raguadog

El uso del adjetivo sostenible adquiere uno u otro significado según el contexto. Habitualmente, se refiere al aspecto ecológico, esto es: un equilibrio entre la tasa de utilización de recursos no renovables y tasa de generación de residuos y emisiones contaminantes. Otras veces, empleamos este término para referirnos a un conjunto de políticas económicas -por antonomasia, las políticas sociales o de bienestar. Por ejemplo, es común hablar de la sostenibilidad o insostenibilidad del Estado del Bienestar.

Pero, cuando hablamos de la sociedad sostenible, nos referimos a una sociedad que es sostenible en todos los aspectos posibles.

En el aspecto ecológico, cumple las reglas de Daly.

En el aspecto social, cultural y axiológico (valores), sostenible es una sociedad pacífica e ilustrada que, sin la amenaza de caer en la conflictividad y el enfrentamiento, tampoco cae en el estancamiento. En un mundo en el que nada hay más real que el cambio, nada hay más insostenible que el estancamiento.

En el aspecto económico, una sociedad es sostenible si prácticamente todos sus individuos están dentro del sistema, si todos somos agentes significativos en el mercado: como consumidores, como productores y en ambos roles. La desigualdad y la pobreza dan lugar a situaciones inestables e infructuosas. No obstante, este objetivo involucra un reto nada despreciable: ¿cómo podemos conseguir eso de una forma económicamente viable? Esa situación lograda en los países de más alto Índice de Desarrollo Humano, como Noruega, ¿cómo podría conseguirse en todos y cada uno de los países del mundo? La respuesta no es tan fácil como imitándoles. En política económica, cada decisión depende de muchas circunstancias.

La transición a un sistema sostenible debe incluir, necesariamente, las siguientes pautas:

  • Limitar el crecimiento demográfico. El crecimiento desmesurado de la población es, al mismo tiempo, dañino para la sostenibilidad en un sentido ecológico y en un sentido económico. Afortunadamente, las tasas de natalidad son ya bajas en los países desarrollados, pero países como Níger, Uganda, Malí, Zambia, Somalia, Burkina Faso… tienen tasas superiores a 40 nacimientos por cada 1.000 habitantes y por año. Si en los países desarrollados nos desentendemos de este hecho, veremos llegar algún día la hora de arrepentirnos.

Países por tasa de natalidad en 2008. Dwrcan.

  • Fomentar el desarrollo tecnológico y la ecoeficiencia. Hemos dicho que la tecnología es necesaria, pero no suficiente. Aquí quiero hacer hincapié en necesaria. El surgimiento de nuevas técnicas y la mejora de las existentes permite mantener la producción de un bien deseado, al tiempo que se disminuye la generación de residuos y se disminuye también la utilización de recursos no renovables. En la investigación y desarrollo para las técnicas más limpias, importa tanto la labor de las empresas como la labor de los gobiernos.
  • Cambiar la mentalidad… en cuanto a qué nos hace felices. A menudo las personas intentan cubrir sus necesidades reales inmateriales con bienes materiales. ¿Te hace feliz tener un coche carísimo, más contaminante y probablemente no más útil que un cómodo y asequible… digamos… Toyota Yaris? ¿Y sacarlo a pasear hasta para comprar el pan? ¿Das estúpidamente tu aprobación a quien cree que eso le hará feliz? El cambio que necesitamos es a la vez ético y estético. Quiero pensar que, en la sociedad del futuro, guay será la persona que no gaste inútilmente en bienes de producción industrial.
  • Implantar una política que pueda canalizar el potencial de todos. Necesitamos un sistema económico que utilice y fomente las aportaciones que todas las personas pueden realizar, y que no abandone a las personas que no pueden trabajar. Entre la población que no encuentra trabajo, hay muchas personas que tienen mucho que ofrecer. Las administraciones no deben limitarse a darles un subsidio provisional, darles un servicio de búsqueda de empleo poco efectivo y facilitarles cursos. Muchos desempleados son oportunidades que no aprovechamos. Y no me refiero a contratarlos para cavar y rellenar zanjas o aumentar la producción de bienes materiales: no tiene sentido realizar actividades industriales para las cuales no habrá demanda, y además es contaminante. Me refiero a labores de transmitir y crear información, de inventar y desarrollar ideas, de poner a gente en contacto, etc.
  • Combatir la pobreza. No es fácil, por supuesto, pero que sea complicado no lo hace prescindible. La pregunta clave es: ¿cómo hacemos para luchar contra la pobreza sin desincentivar fuertemente la creación de riqueza? No estoy seguro de la respuesta, pero estoy seguro de que tiene que haber una respuesta satisfactoria.

El modelo sostenible no tiene por qué implicar ausencia de crecimiento. El crecimiento en una sociedad sostenible tiene un fin decidido que refuerza la sostenibilidad. No será una sociedad estancada y desempleada. No será “primitiva” técnica ni culturalmente. No tiene que tener una estricta planificación del gobierno. El objetivo de sus normas y regulaciones no es destruir la libertad, sino protegerla. No tiene por qué ser uniforme cultural ni administrativamente. No tiene por qué ser no democrática -difícilmente podrá no serlo.