Taller del autor es un fascinante recorrido por los fantasmas literarios, humanos, sociales y políticos del poeta Javier Egea. Este primer tomo se divide en dos grandes bloques: "Artículos y recitales" y "Prosa narrativa". El siguiente acogerá sus cartas, las entrevistas que le hicieron y sus "Cuadernos y carpetas". Podemos decir que el conjunto de los dos volúmenes componen un verdadero libro mosaico de época. En lo que se refiere al que acaba de ser publicado yo añadiría que cualquier lector puede acceder guiado por un doble aliciente: acceder a la cocina del autor, a su taller, y recorrer, a través de su mirada y de su experiencia “en tiempo real”, una época decisiva para nuestro país y su evolución política (desde los últimos años de la dictadura a la década de los noventa) y para la evolución de la poesía española del último cuarto del siglo XX.
Me parece necesario destacar dos textos de esa primera parte: de una parte, el titulado "Mis lugares lorquianos: un laberinto de coincidencias" compuesto de tres acercamientos, entre los descriptivo y lo evocador, a rincones de Granada llenos de significado: Fuentevaqueros, la Huerta de San Vicente y Viznar; de otra, "Memoria explicativa del proyecto para un libro de poesía titulado Raro de luna" . Este último presenta un interés adicional: en él advertimos el cambio de fondo que, en sus últimos años de vida, Quisquete empezó a imprimir a su poesía. Y lo advertimos en el plano de la consciencia, de la premeditación y del soporte teórico: "Se trata de un libro --escribe Egea-- de ambiente sonámbulo, de un surrealismo muy controlado, concebido como un viaje de despedida por el mundo de las dependencias personales". Es evidente que el poeta granadino había comenzado a despedirse de la apuesta figurativa de libros anteriores y se aprestaba a profundizar en las líneas irracionalistas apuntadas en Troppo mare.
Javier Egea con Juan de Loxa en los años 70
Quizá lo más sorprendente e imaginativo de Taller del autor sea su prosa narrativa. Cuentos, sueños cargados de iluminaciones, también de zonas oscuras y de retazos procedentes de la realidad, tentativas de relatos (sólo uno de ellos se nos da terminado, "El chino del panteón") y de juegos argumentales y verbales ("Spain es diferente") dan cuenta de una vocación poliédrica que probablemente, en el ámbito de la narrativa, hubiera madurado de no ser por su prematura muerte.Cuando uno se acerca al mundo de Egea, sobre todo cuando lo haces a través de la mirada de amigos que con él convivieron y que no han salido de Granada en las últimas décadas, se da cuenta del enorme peso específico que tuvo en esa zona a veces indefinible en que se funde la trastienda de la noche de la ciudad, con us bares, sus tertulias, sus proyectos colectivos, sus recitales, su pequeña bohemia, y el empeño renovador de la literatura que sus inquilinos protagonizaron. La memoria de Egea está viva, divide al mundo literario de esa ciudad y cualquier actividad cultural en la que su obra o su memoria aparezcan como protagonistas genera expectativas que no provoca ningún otro escritor. He tenido la fortuna de presentar en Granada tres libros suyos: pues bien, es las tres presentaciones (los dos volúmenes de poesía y este primero de prosas), quienes protagonizaron la decisiva etapa del nacimiento de la "Otra sentimentalidad" en los ya lejanos ochenta han sido los grandes ausentes: ni Luis García Montero, ni Álvaro Salvador. compañeros del manifiesto iniciático, han estado presentes. Sí participaron en cierta polémica en algunos medios, pero hubiera sido bueno que esa polémica se hubiera llevado a cabo con una mesa por medio, en público y sin los lastres de una tensión que hoy carece de sentido.. ¿Ha llegado el momento de dialogar desde la discrepancia? ¿No es posible confrontar dialécticamente las dos miradas que he venido advirtiendo sobre el sustrato ideológico-poético de su obra? No ha sido posible hacerlo alrededor de este primer tomo de Taller del autor. Confiemos en lograrlo cuando, a la vuelta de un año, se publique el segundo. Sería una muy buena noticia.