Lina tenía 17 años cuando cayó en las redes de una mafia que la explotó laboral y sexualmente. Viajó al este del Perú para trabajar en un restaurante, pero lo que pensaba sería una oportunidad para escapar de la miseria, se convirtió en su peor pesadilla.
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Nueva Esparta: “Con cada corte de energía se detienen los negocios”EEUU: Amenazas de bomba en NY y el Capitolio prendieron alarmas en el paísNunca hubo restaurante, ni delantal, ni bandejas: el local era un prostíbulo y ella una esclava del siglo XXI.
El relato de Lina, al que Efe tuvo acceso a través de la fundación CHS Alternativo, dedicada a combatir la trata, es solo uno de los cientos de casos que todos los años se reportan en Perú, donde este delito, que configura una de las más graves violaciones a los derechos humanos, ha sabido adaptarse al contexto de la pandemia global.
Lo ha hecho con estrategias virtuales y «delivery» para captar y explotar las víctimas en una coyuntura en la que se ha recrudecido la vulnerabilidad frente a esta lacra de muchas familias azotadas por las secuelas de la covid-19.
En el primer semestre de este año, la Policía Nacional del Perú rescató a 330 sobrevivientes de trata, mientras que, en todo 2020, las denuncias por el mismo delito ascendieron a 394.
En 2019 fueron 509, una reducción que los expertos atribuyen al subregistro debido a las restricciones de movilidad decretadas para frenar el avance del virus.
Estas no solo limitaron a las víctimas la posibilidad de denunciar, sino también entorpecieron a las autoridades que persiguen a los criminales.
Lejos de dar tregua, este delito se ha «dinamizado» y «adaptado» al contexto de la crisis, cuyos impactos socioeconómicos -especialmente la escalada de deserción escolar, desempleo y pobreza- han dejado ciertos sectores más susceptibles a este flagelo, sobre todo en los estratos más bajos de la sociedad peruana.
Así lo alertó a Efe Aarón Puescas, asistente de programas de la ONG Promsex, quien insistió en que «la pandemia ha agudizado muchas de las condiciones de desigualdad que funcionan como factores de riesgo para que una persona sea víctima de trata».
«En un contexto de precariedad, aun cuando una oferta de trabajo resulta sospechosa, las personas tienden a ver en estas propuestas una alternativa real, porque no tienen otra», razonó.
En la mayoría de casos el proceso se inicia con falsas ofertas de trabajo inmediato, bien remunerado y poco calificado, que se difunden en plataformas digitales, medios locales o afiches callejeros.
Con la pandemia, las redes sociales pasaron a ser el espacio predilecto para la distribución de este tipo de ofertas, que llegan vía Facebook o Whatsapp.
Más allá de haberse estrechado los nexos entre la trata y ciberdelincuencia, también ha proliferado la explotación sexual «a domicilio», en hoteles o casas que operan como prostíbulos clandestinos, una nueva modalidad «que ha venido a romper esquemas».
La mayoría de casos de trata registrados en Perú entre 2014 y 2020 terminaron en explotación sexual (54 %), aunque también hubo explotación laboral (30 %), mendicidad (9 %) y tráfico de órganos, de acuerdo con el último informe del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI).
Con información de EFE