El pasado domingo tuve la fortuna de poder asistir al Teatro Regio y disfrutar con la tercera representación de La Traviata. Mis elogios tienen más que ver con la emoción que con el análisis crítico, pues la música que emergía del foso y se trasladaba a los oídos del público traía notas y acordes, pero también vibraciones impactantes y entusiasmo ante lo bello. Porque las voces de Jacquelyn Wagner - Violetta, José Manuel Montero - Alfredo Germont o Markus Brück - Giorgio Germont, entre otros muchos, colmaban todos los rincones del teatro y toda la capacidad admirativa de los que allí nos congregamos. Fue, sencillamente, magnífico.
El pasado domingo tuve la fortuna de poder asistir al Teatro Regio y disfrutar con la tercera representación de La Traviata. Mis elogios tienen más que ver con la emoción que con el análisis crítico, pues la música que emergía del foso y se trasladaba a los oídos del público traía notas y acordes, pero también vibraciones impactantes y entusiasmo ante lo bello. Porque las voces de Jacquelyn Wagner - Violetta, José Manuel Montero - Alfredo Germont o Markus Brück - Giorgio Germont, entre otros muchos, colmaban todos los rincones del teatro y toda la capacidad admirativa de los que allí nos congregamos. Fue, sencillamente, magnífico.