La trilogía de la bragas de Alba

Publicado el 12 junio 2018 por Solotulosabes @soloturelatos

CON LAS BRAGAS EN LA MANO

Este fue el año en el que la mayoría de mi círculo más cercano cumplimos 50 años, y las cifras redondas siempre son motivo para celebraciones especiales. Las tres primeras fueron divertidas, conseguir reunir a amigos del cumpleañero de todas sus etapas de su vida daba lugar a reencuentros emotivos, noches de historias y recuerdos de otras épocas. A partir de la cuarta, la cosa ya empezó a decaer, se convirtieron más en un compromiso social que en una fiesta de viejos amigos. Fue en el mes de julio, cuando me llamo la mujer de Pedro para invitarme a la fiesta de su marido. Araceli, la mujer de mi amigo, había decidido preparar ella misma el cumpleaños sorpresa de su marido, además, a diferencia de los otros en los que estuvimos sus amigos de toda la vida, ella  invitaría también a sus respectivas parejas. Como no podía ser de otra manera, le agradecí la invitación y confirme mi asistencia, aunque el plan no me emocionaba nada, si los cumpleaños ya me estaban aburriendo, este rodeado de matrimonios, se me antojaba que sería un tostón. Más parecido a unas bodas de plata que a una fiesta de cumpleaños.

La noche del cumpleaños, llegamos los 3 solteros del grupo; nada más entrar vimos que éramos los que desentonaban en aquella fiestas. Como pudimos, empezamos a integrarnos en aquel ambiente compuesto principalmente por amigos de pachangas, padres y madres de compañeros de colegio de sus hijos, trabajo y urbanización. Perdo y Araceli llevaban más de 20 años a casados, un adosado, un crossover de gama alta y un Mini completaban el kit de la típica familia acomodada de clase media alta.

Muchas de las caras me resultaban familiares aunque con veinte años más, algunos los recordaba de la adolescencia y otros la época universitaria, el tiempo pasaba para todos menos para mi en aquella fiesta.

Araceli, en su papel de anfitriona, nos iba presentando como los amigos solteros de Pedro, todo un clásico cuando nos presentaban, y que provocaba los consabidos comentarios sobre nuestra afortunada situación por parte de la mayoría de los maridos. Al quinto “Vosotros sí que sabéis”, decidí salir a fumar un cigarro y tomar un poco el aire, aburrido de la música de los 80 y de cincuentones emocionados con ella.

En la terraza me encontré a Pedro, el homenajeado, me acerque para felicitarle personalmente. Después de las manidas frases de felicitación, me presento a la pareja con la que estaba hablando, al parecer, sus hijos habían estudiado en el mismo centro escolar, y de aquellos días de esperas en la puerta del colegio, surgió una profunda amistad que les llevo a comprar un adosado en la misma urbanización. Gustavo y Alba, que así se llamaban, encajaban perfectamente en aquel grupo. El era el gerente de una empresa local y ella abogada con su propio despacho, pequeño pero al que no le faltaba trabajo.

No pasó mucho tiempo, para que reclamasen la presencia de Pedro para la típica foto con uno de los grupos de la fiesta. Como la conversación era agradable, me quede hablando con Gustavo y Alba sobre trabajo y alguna aventura juvenil con Pedro. Además Gustavo me contó que buscaba una empresa de servicios como la mía, lo cual fue un incentivo más para alargar aquella conversación, visto que sería imposible conocer a alguna mujer, conseguir un nuevo cliente haría que aquella noche no pasara al baúl de las noches para olvidar.

Otra copa animó la conversación, y por primera vez me fije en Alba, morena de unos 45 años muy guapa, vestía blusa de botones rosada junto con unos vaqueros pitillo blancos y zapatos de tacón que resaltaban aún más su culo. Los culos en pantalones blancos siempre fueron un imán para mis ojos, tuve que hacer verdaderos esfuerzos para que mi mirada no se desviase más allá de su nariz. Además, tenía un gesto que me ponía a cien, de vez en cuando, instintivamente por el fresco de la noche, con las manos en los bolsillos tensaba sus hombros y piernas, haciendo que sus muslos se rozasen para entrar en calor. Así entre copas y anécdotas, quede con Gustavo en llamarlo la semana siguiente y ver si podíamos cubrir sus necesidades.

Tres semanas después, el contrato ya estaba en marcha, y el trabajo rodaba bien. Me reuní varias veces con Gustavo, que a pesar de ser bastante pijo, era un tipo con el que se trabajaba bien, así que todo iba perfectamente. Pero aquella mañana a finales de mes, fui a hacer unas compras en unos grandes almacenes. Aparque  en el parking de los grandes almacenes, y al entrar vi que el nivel coincidía con la planta de mujer así que tendría que subir dos plantas más. Camine hacia las escaleras mecánicas con la mente absorta en temas trabajo aunque de vez en cuando me fijaba en alguna clienta o dependienta que llamaba mi atención. Vi las escaleras al fondo, cerca de la sección de lencería, así que apure el paso, al ir acercándome observe a una mujer con un conjunto de lencería en la mano que parecía buscar una dependienta, como no encontraba a ninguna empezó a caminar. Mi vista ya no es lo que era, pero intuía que era una belleza, y nuestros caminos se iban a cruzar, verla caminar con aquel conjunto de lencería en la mano hizo que me olvidase por unos momentos de los problemas laborales del día a día, lo reconozco siempre he sido un puto fetichista.

Cuando que me iba acercando, nuestras miradas se cruzaron. Ella se quedó petrificada mirándome, al principio no le di mayor importancia hasta que llegue a su altura, y vi que era Alba, la mujer de Gustavo que había conocido en la fiesta de Pedro, la mujer de uno de mis clientes. Allí estaba ella, de pie, mirándome con unas braguitas negras con coqueto lazo de satén azul en la mano. Cuando me percate que era ella, el que se quedó petrificado fui yo, y mis ojos irremediablemente se clavaron en aquel sensual conjunto de lencería que Alba sostenía en su mano derecha.

– Hola Alba, me alegro de verte. Entre a comprar unas cosas para el ordenador.

Dije de forma atropellada.

– Bueno, sí, yo también pasaba por aquí, y entre a comprar unas cosas.

Los dos estábamos bastante incómodos así que decidí despedirme, para no hacer la situación  más tensa. Acelere el paso hacia las escaleras, mientras en mi cabeza imaginaba aquel conjunto de lencería en el cuerpo de Alba.

Hice mis compras y conseguí olvidarme del asunto, no me hacía gracia tener fantasías con la mujer de un cliente. Como hacía una agradable mañana de julio, después de las compras, opte por relajarme un poco, y tomarme algo en una de las terrazas que había frente a los grandes almacenes. Pero el destino es un auténtico cabrón cuando se lo propone, y cuando me iba a sentar oigo mi nombre.

– ¡Luis!

– Ah vaya, hola de nuevo.

– Si, parece que me estás siguiendo.

– ¿Eh?, bueno no, yo solo iba a tomar algo.

– Tranquilo no pasa nada. ¿Estás solo?, siéntate. Al fin y al cabo ya has visto mi ropa interior y hay confianza.

Era Alba de nuevo, por sus comentarios parecía que ya había superado el encuentro en la sección de lencería. Así que opte por sentarme con ella y restar importancia a la situación pasada. En una de las sillas estaba una bolsa, que contenía una pequeña caja con el nombre de una conocida marca de lencería femenína, puse mis compras en la misma silla y me senté frente a ella.

– Supongo que no es la primera vez que ves a una mujer con las bragas en la mano.

– Bueno, no suelen llevarlas en la mano.

– Ah ¿no?, ¿Dónde las llevan?

Dijo ella, inclinándose hacia adelante, acercando sus labios a su bebida mirándome con sus ojos grisverdosos. Dentro de mí empezaron a sonar las alarmas, pero tampoco quería quedar con un pringado. Así que seguí el juego.

– Lo normal, es que acaben en el suelo.

– Ya, claro pero primero se las quitaran.

– No, lo normal es que pasen por mi mano antes de acabar en el suelo.

– ¿Por tus manos?.

– Claro, me gusta ser yo quien se las quite.

– Que chico más servicial.

-Ya no quedan hombres como yo.

– No sé qué decirte, no uso bragas de mercadillo y que acaben por el suelo restaría glamour a unas bragas de 100 euros, ¿no crees?

– Visto así puede que tengas razón, aunque hasta ahora, nunca me he encontrado con ninguna se haya parado a doblarlas y dejarlas en la mesilla de noche.

– Jajajaja, vaya tus noches deben ser de lo más salvajes.

– No creas, ya estoy bastante retirado del mercado, por lo menos el nocturno.

– Te conozco desde hace dos días y aquí estamos hablando de mis bragas. La verdad es que me quede cortada, al verte. Llevaba mucho tiempo esperando por una dependienta, quería pagar e irme, sin darme cuenta camine con el conjunto en la mano. Cuando te vi, no supe cómo reaccionar y me quede plantada como un árbol de Navidad con unas bragas y un sujetador en la mano.

– Que sepas, que yo también me quede cortado. Además, no me di cuenta que eras tú, hasta que te tuve en frente. En fin, nos estamos riendo, mejor así que encontrarnos otro día y no saber que decir.

– Si, tienes razón. Pero mejor no se lo contemos a nadie. ¿vale?

– Vale, si mejor

– Será nuestro secreto

Dijo mirándome a los ojos durante unos segundos, y después cogió su bolsa, se levanto

– Bueno, yo y mis bragas nos tenemos que ir, que se hace tarde. Encantada de volverte a ver Luis, seguro que nos veremos pronto.

Me dio un beso y se despidió

Dos semanas después, me llamo Gustavo para la reunión final de la campaña, me citó en sus oficinas al día siguiente. Ya era finales de agosto, todo había pasado muy deprisa, me acorde de Alba del día de nuestro encuentro en los grandes almacenes, sonreí recordando el suceso, pero al notar que me estaba poniendo cachondo, decidí apartar aquellos malos pensamientos, y me puse a preparar la reunión.

Al día siguiente estaba allí a las 11 de la mañana, pero nada más entrar en el edificio, me encontré Alba que al verme me saludo con una preciosa sonrisa.

– Hola Luis, volvemos a encontrarnos. Gustavo, me pidió que asistiese a la reunión para dar mi opinión legal sobre el proyecto.

– Me parece perfecto, una visión legal vendrá bien.

Las oficinas de la empresa de Gustavo estaban en la octava planta del edificio, cuando llegamos el ascensor le cedí el paso, a lo que ella respondió con una sonrisa dándome las gracias. No pude evitar una mirada furtiva a su trasero que en esta ocasión cubría una falda ajustada que llegaba hasta la mitad de sus muslos, imagen que procuré, no sin esfuerzo, quitar de mi cabeza y concentrarme en la reunión.

– He visto tu plan y me ha gustado, creo que puede ser una buena estrategia de lanzamiento, aunque tengo algunas dudas que ya te plateare en la reunión.

– Adelántame algo.

– No, prefiero decírtelo cuando estemos reunidos ,el contexto me ayudará a plantearlo mejor. No te preocupes nada grave, solo un par de sugerencias. Venga, ya hemos llegado, vamos que Gustavo debe estar esperando.

– Vale como prefieras.

Salimos del ascensor hacia la puerta de las oficinas, se giró hacia mí y me dijo:

– Casi se me olvida, llevo puesta la ropa interior que viste el otro día.

El corazón me dio un vuelco, mientras Alba siguió caminando de la forma más natural del mundo, por el largo pasillo hacia la puerta donde esperaba un sonriente Gustavo. Mi pulso se aceleró, y más aún, cuando me percate como se marcaban bajo su ajustada falda. No sé si Gustavo noto algo, pero al llegar a la puerta, yo estaba tan nervioso, que me dijo que tranquilo que estaba todo hecho, que la reunión era puro trámite para comentar algunos flecos.

Una vez dentro nos llevó a la sala de reuniones, al entrar, en el centro de la sala, vi lo que iba a ser mi potro de tortura durante las dos siguientes horas, una mesa de cristal.

Alba se sentó en frente de mí, de tal forma que si bajaba la vista, tras el cristal de la mesa lo que veía eran sus muslos y al final de ellos un pequeño triangulito negro coronado en un lazo azul.

– Ves Luís, como no te mentí el azul combina muy bien con este negro.

Dijo Alba, Gustavo afirmaba con la cabeza mientras se sentaba a su lado.

– Si, Alba me aconsejó cambiar el blanco por el negro. El negro es un color trasmite elegancia y buen gusto, además el pequeño lazo azul de la parte superior hace que la mirada se dirija hacia la zona trasparente, donde se ve el producto. ¿No crees?, dijo Gustavo, con toda naturalidad. Me quede mudo mirando su cara que esperaba expectante mi respuesta, después, mire a Alba, que sonreía al vez que se mordia ligeramente su labio inferior y penetrándome con sus ojos grisverdosos.

– ¿Luis?, tío estás bien, ¿te gusta o no te gusta?

– Yo, esto, no se tendría que verlo mejor.

– Pero Luis, si lo tienes delante, fíjate de bien.

Dijo Gustavo. Algo no me cuadraba, ¿qué me estaba diciendo este tío? ¿Qué me fijase bien en las bragas de su mujer?. Por mi cabeza paso de todo, que eran dos pijos que se estaban cachondeando de mí, que aquella reunión iba a acabar en un trío donde los dos nos follábamos a Alba sobre aquella mesa de cristal. Hasta que me percate que encima de la mesa había una cajita de color negro con partes transparentes y un pequeño lazo azul en la parte superior. El prototipo del diseño del packing del nuevo producto que estábamos a punto de lanzar al mercado.

– Si, lo estoy viendo. Es cierto ha quedado muy bien. El azul le da un toque a todo el negro de la caja.

– Toma cógelo y tócalo. No me digas, que no sientes el placer del tacto al pasar las yemas de los dedos sobre su textura.

Dijo Alba, mientras me miraba fijamente a los ojos, a su lado, Gustavo asentía con la cabeza.

– Tienes razón, al cliente no hay que venderle solo un producto, hay que venderle sensaciones que entren por la vista y el tacto, que de alguna manera le inciten a probarlo con el gusto.

Dije mirando para Alba.

– Y nuestro producto está pensado para que el cliente lo pueda saborear en la boca.

Dije, dirigiéndome a un Gustavo sonriente y orgulloso de su producto. Después de cerrar el tema del packing, la reunión se prolongó durante un par de horas más. En las que en más de una ocasión, de forma disimulada, Alba me mostraba algo más del packing de su producto, que quedo totalmente al descubierto con un cruce de piernas en cámara lenta al finalizar la reunión.

– Luis, por cierto ¿me harías un favor?, ¿te importa acercarme a casa?, es que he venido en taxi, y Gustavo se queda a comer en la oficina.

– No, que va será un placer.

Nos despedimos de Gustavo en la puerta, yo con un apretón de manos y ella con un besito en los labios, y un “nos vemos por la noche amor”.

Salimos hacía el ascensor comentando los temas de la reunión, mientras detrás nuestra oímos como se cerraba la puerta de la oficina de Gustavo. Cuando llego el ascensor le cedí el paso, a continuación entre yo, pulse la planta baja, me di la vuelta, y acercándome a ella le dije:

– Eres una hija de puta, lo sabes verdad.

.- A mi madre no la metas en esto, aquí la única puta soy yo.

Subí con mi mano por uno de sus muslos, hasta el final de sus medias, seguí hasta que las yemas de mis dedos tocaron el encaje de su bragas notando que ya estaban bastante húmedas.

– ¿Qué haces?

Me dijo, mirándome a los ojos. Y sin dejar de sostenerle la mirada, recorrí su raja con mi dedo, notando como se humedecía al pasarlo por la tela de su braga. Después lo saque lentamente y metiéndomelo en mi boca le dije.

– Probando el producto.

CON LAS BRAGAS POR EL SUELO

Alba observo con deseo como saboreaba el dedo que momentos antes recorrió la humedad de sus bragas,  con su mirada parecía pedirme que le dejase probar sus propios jugos, pero el ascensor estaba a punto de llegar a la planta baja, así que se colocó la falda, se arregló el pelo y poniéndose sus gafas de sol, me dijo

– Vamos, que tenemos muchas cosas que hacer.

Había dejado mi coche en un parking cercano, durante el trayecto nuestra conversación se limitó a mis indicaciones hacía donde dirigirse. Me gustaba su forma de caminar, dicen que la forma de caminar revela nuestra personalidad, los pasos de Alba eran enérgicos y se clavaban con fuerza en el pavimento, de este modo, el compás de los tacones de sus zapatos negros fue marcando el ritmo de nuestros pasos; Durante el trayecto, no pude evitar fijarme en sus medias transparentes que dejaban ver la tersura de la piel de sus piernas y en su falda oprimiendo sus nalgas redondeadas. Ambas habían cumplido su misión, mi rendición incondicional.

Cuando llegamos al coche, le abrí la puerta, me respondió con una sonrisa diciéndome que era todo un caballero”, al mismo tiempo que su mano se posaba en mi entrepierna y con sus dedos recorrió la forma de mi miembro. Pude ver que con su mirada me decía que ya no había marcha atrás.

– Vamos a mi casa.

Dijo cuando abandonamos el parking. Me quede mirando para ella con cara dubitativa.

– Quiero que follemos en mi casa.

– ¿Y tus hijos?

– Mis hijos están en Londres, y Gustavo no volverá hasta la noche.

La expresión de mi cara, debió dejar entrever que no estaba del todo convencido. Follar a la mujer de Gustavo ya era un riesgo, que follemos en su propia casa era elevar  todavía más ese riesgo. Por lo que cogió mi mano la colocó entre sus muslos justo donde acababan sus medias, mirándome me pregunto:

– ¿Te preocupa algo?

– No que va, nada.

Desarmado decidí dejarme llevar, que fuese lo que el vicio y el deseo nos tuviese preparado. Allí estaba yo, parado en un semáforo el el centro de la ciudad, mientras mi mano subía por su muslo hasta llegar a sus bragas. El roce de mis dedos sobre la tela, hizo que un leve gemido de placer rompiese el silencio del coche, y que instintivamente abriese sus piernas para facilitar mi labor. Busqué su sexo,  Alba reclinó el asiento, de tal forma que mi mano pudo recorrer su raja de abajo a arriba con facilidad. Mis dedos pronto quedaron empapados por lo que saque mi mano con intención de lamerlos, estaba completamente fuera de mi, pero antes de que llegaran a mi boca, Alba cogiéndome la muñeca los llevo a la suya, y uno a uno mis dedos fueron desapareciendo entre sus labios rojos. Después, sin desviar su vista de enfrente, volvió a dejarla en su coño, ¡Dios bendiga al inventor del coche con cambio automático!.

– Ya queda poco, aparca el coche en el garaje, nuestro adosado es el único que tiene la entrada lateral por lo que es imposible que lo vean entrar o salir.

– De acuerdo.

– Nunca has estado en nuestra casa, ¿no?

– No.

– Este año te invitaremos a la fiesta final de verano. A Gustavo le gusta hacer una fiesta todos los veranos, es una cena informal en el jardín. Invita amigos, clientes y gente con la que trabaja, como tú. Precisamente hace unos días me pregunto que me parecía que te invitase.

– ¿Qué le dijiste?

Pregunte, mientras mis dedos seguían jugando con lo había final de sus muslos.

– Que me parecía bien, que era una buena idea que uno de los responsables del lanzamiento estuviese. Y de paso te podía presentar a alguna de nuestras amigas. Por cierto, si te follas a alguna, quiero que después me lo cuentes. ¿Entendido?.

Me dijo con cara seria y deslizando su mano por mi muslo hasta llegar a mi entrepierna.

– Ya llegamos, apárcalo en el garaje.

Desde el garaje accedimos directamente a la planta superior de la vivienda, donde empezó un beso apasionado me fue guiando hasta el dormitorio, casi sin darme cuenta, estábamos al pie de su cama.

Mis manos bajaron por sus costados, deteniéndose durante un momento alrededor de su cintura, la sujete con fuerza pegándola a mí, y con mis manos desabroche la cremallera de su falda, un ligero movimiento de caderas de Alba hizo que se deslizara por sus piernas, separándose ligeramente de mí y con dos ligeros movimientos de sus pies, la falda acabo a dos metros de donde estábamos. Ella misma se quitó la blusa quedando únicamente en ropa interior y medias. Y Por fin pude ver como le quedaba el aquel  conjunto de ropa interior. Creo que mi sonrisa me delato, Alba imaginó lo que estaba pensando, se giró sobre sí misma, mostrándome su cuerpo.

– ¿Cómo las prefieres ver así o en la mano?

A su pregunta respondieron mis manos recorriendo la tersa piel de su cuerpo. Le pedí que se sentase en la cama, y me situé entre sus muslos besando sus piernas a medida que le quitaba las medias. Ya sin medias, recorrí con mi lengua la parte interior de su muslo izquierdo,  Alba se tumbó sobre su cama y separo sus piernas, dejándome contemplar su sexo casi depilado a través de la tela transparente de sus braguitas, coronadas con el lacito azul.

Me boca fue subiendo hacia su sexo, bese su coño delicadamente, notaba como su sabor iba adueñándose de mí, y su olor penetraba en mi nariz, ambos hicieron que mi cerebro reaccionará, como si de una droga se tratase, provocando un subidón de morbo y excitación.

Separe ligeramente la braga, y por primera vez mi lengua recorría aquella zona, su suavidad mi llevo a pensar que estaba recién depilada que esa mañana se había depilado pensando en esta posibilidad. El roce de mi lengua hizo que Alba se tensase y lanzase sus primeros suspiros. Fui bajando sus bragas, al llegar a sus tobillos levante sus pies y se deslizaron hasta caer en el suelo. Me deleite unos momentos en contemplar su vagina lisa, ligeramente abierta y brillante por la humedad de sus flujos.

Con la punta de mi lengua recorrí pubis lentamente hasta llegar a los labios de su vagina, una leve presión hizo que se fuesen abriendo a mi paso, su interior estaba húmedo y cálido con un sabor extremadamente dulce, repetí el recorrido varías veces, Alba movía su cabeza a la vez que  su cuerpo se tensaba, prueba de que le estaba gustado. Cuando encontré la entrada de su vagina, introduje mi lengua en ella, presionando para que penetrase en aquel estrecho paso que daba paso a lo más profundo de su sexo. Sin prisas me fui acercando hasta llegar a su clítoris. Lo lamí circularmente, al principio muy lentamente, humedeciéndolo con sus propios flujos que mí lengua recogía de su sexo. En ese momento, los gemidos de Alba fueron más continuados y acompañados de palabras que me era imposible de comprender.

Cuando note su clítoris duro, lo chupe primero a intervalos suaves y cortos hasta ir prolongando su duración. Sin separar mi boca de su clítoris, mis dedos acariciaron la entrada de su vagina. Sus gemidos hicieron  que levantase mi vista hacia ella, Alba tenía  los ojos cerrados,  su melena negra sobre la blanca cama, mientras mordía uno de los  dedos de su mano derecha con la otra mano se aferraba la colcha. Fue entonces cuando mi dedo se deslizo dentro de ella, entrando y saliendo marcando un ritmo constante. Una última mirada a su cara de placer, y volví a lamer su clítoris mientras un segundo dedo se abría paso en su coño. Un grito salió de su boca cuando mis dedos empezaron un movimiento continua entrado y saliendo de su coño.

Mi cara se clavó en su sexo empapado, las yemas de mis dedos plapaban con la zona superior del interior de su vagina y mi lengua dibujaba círculos alrededor de su clítoris. Esa combinación hizo que su cuerpo se tensará y el comienzo de una serie de espasmos que fueron el inicio de un orgasmo brutal que acabo con mi cara empapada de sus flujos.

Al cabo de unos minutos recupero la respiración, se levantó y mirándome a los ojos manipulo mi cinturón y pantalones de tal forma que cayeron solos, de un empujón me echo sobre la cama se sentó a mi lado y con su mano empezó a recorrer mi polla sobre el calzoncillo.

– Me has dado el mejor sexo oral de mi vida. Dijo, con cara de vicio. Gustavo no lo hace mal, pero tú, hoy lo has bordado.

Mientras me hablaba, apretó ligeramente el tronco de mi polla con su mano pero en ese momento sonó su teléfono, con un gesto me pidió silencio, y se levantó a cogerlo. La vi caminar hacia la una butaca donde se encontraba su, recordé sus pasos firmes de esta mañana, ahora contemplaba su culo desnudo, el movimiento de sus nalgas mientras se inclinaba para coger su móvil dentro del bolso, miró a la pantalla y sonrió.

– Vaya, hablando del Rey de Roma, mira quien es.

Giró la pantalla donde se veía una foto de Gustavo sonriente. Enseñándome sus dedos me dijo.

– Estoy tocándole la cara a Gustavo con los dedos que hace un momento estaban tocando tu polla. Joder, me estoy mojando otra vez. Ahora cállate que voy a poner el manos libres.

– Dime Gustavo.

– Hola, ¿Dónde estabas? tardaste en coger el móvil.

– Si estaba probándome la ropa interior que compre el otro día.

Dijo Alba, mientras se quitaba el sujetador y se volvía a sentar a mi lado.

– ¿La que te inspiró la caja?, me gusta ese conjunto, por cierto aun no te lo he visto puesto.

– No sé, viéndomelo puesto no me convence tanto.

Dijo mientras jugaba con el sujetador sobre mi pecho.

– Bueno, tú verás. Hablando de eso, ¿no crees que a Luis no le convenció demasiado el packaging?, tardó en reaccionar, como dudando.

– No que va, cuando me trajo a casa estuvimos hablando y se le veía muy convencido. No paraba de decirme que el toque del lacito azul era perfecto.

– Bueno, si lo dices tan convencida es que será verdad. En el coche puedes ver mejor sus reacciones y gestos que en una sala de reuniones.

– Te aseguro que sí, cariño, te aseguro que sí. Tranquilo que le encanto.

Dijo mientras me sacaba la polla del calzoncillo, y empezó acariciarla

– Bueno, no te llamaba solo por eso solo. Verás ha surgido un problema en Coruña.

Mientras Gustavo explicaba un problema que había surgido en una de las plantas, Alba introdujo mi polla en su boca, dándole una larga, lenta y suave mamada, que duro justo lo que duro la explicación de Gustavo.

– Tengo que irme cagando leches. Posiblemente me quede a dormir allí. Lo siento, otro día veré como te queda el conjunto.

– No pasa, tengo pensado ir a mojarme a la playa por la tarde, pero ya veré. Quizás me refresque en la piscina.

Al acabar paso su lengua por mi capullo

– Una cosa más, a ver si localizas a Luís le he llamado varias veces, pero tiene el teléfono apagado. Quiero hablar con él sobre el tema, me fío de ti, pero me gustaría hablar con él. Un beso, venga, si puedo después te llamo.

Alba corto la llamada. Y volvió a coger mi polla para meterla en la boca, subiendo y bajando la piel con su mano, y recorriendo cada centímetro de mi polla con sus labios hasta llegar a mi capullo, entonces pasaba su dedos por el suavemente, haciéndome sufrir de placer.

Se acostó a mi lado, sin soltarme la polla.

– Creo que deberías llamar a Gustavo, me dijo que te estaba buscando

CON LAS BRAGAS EN EL BOLSILLO

La mirada de Alba diciéndome que llamase a su marido era de puro vicio, ver como sus pezones seguían duros como piedras y en su coño aun brillaban los restos de su corrida, era la encarnación del vicio, del deseo y del pecado. No me lo pensé dos veces, aquello formaba parte del juego sexual que habíamos comenzado, así que cogí el móvil del pantalón y lo encendí, no paso ni un minuto cuando saltaron las llamadas perdidas de Gustavo. Alba con un gesto me indicó que me tumbase a su lado, embobado me acomode junto a ella y mientras con una mano recorría su cuerpo con la otra llame a Gustavo.

Alba se levantó, con su Iphone en la mano se dirigió a la cómoda y lo acoplo en el reproductor de sobremesa. Observe su figura desnuda reclinada mientras manipulaba el dispositivo, su postura me ofrecía una vista privilegiada de su culo y su bulba ligeramente abierta entre sus muslos. Ante tal panorama mi polla reacciono saliendo de la bragueta de mis calzoncillos, mientras la señal de llamada sonaba y se podía leer el nombre de su marido en mi pantalla. Me falto poco para colgar, acércame a ella penetrarla en esa posición, pero en ese momento la voz de Gustavo se oyó por el manos libres. Alba se dio la vuelta, sus ojos clavaron primero en mi polla para después mirarme con ojos lascivos mientras recorría con uno de sus dedos la raja depilada de su coño.

La voz de Gustavo se volvió a oír por el manoslibres.

– ¿Luis?, ¿Me oyes?

-Sí, sí te oigo. ¿Me oyes tú a mí?

– Sí, ahora sí. Estoy en el coche a veces se va la cobertura.

– Acabo de ver tus llamadas, pero estaba en una degustación con una clienta y lo tenía apagado, lo siento.

Mientras Gustavo y yo hablábamos, empezó a sonar el Sign Your Name de Terence Trent D’Arby, y Alba con pasos lentos al ritmo de la canción se fue acercando hacia mí.

– ¿De qué era la degustación?

– Una conserva gourmet a base de algas y almejas.

– Suena bien.

– Sí, y su sabor todavía es mejor, es un producto exquisito, lo llamaran “Delicias de mar”

– Que bueno, ya me contarás. Mira, te llamaba por la reunión de esta mañana. No sé, no te vi muy convencido…

Mientras Gustavo volvía a repetir lo mismo que ya había escuchado anteriormente. Alba me estaba sacando los calzoncillos, mi polla se bamboleo a ambos lados al quedar liberada. Durante unos segundos la contemplo; después la cogió y comprobó su dureza oprimiéndola ligeramente con la palma de su mano.

El morbo crecía por momentos. La voz de Gustavo, la música de fondo y Alba presionándome le polla mientras me penetraba con sus ojos gris azulados tras los mechones de su pelo negro cubriéndole la cara.

– No de verdad Gustavo, créeme, me encanta. – Dije mirando fijamente para Alba- En caso contrario te lo diría. Es lo que queríamos, algo que estimulase el sabor, la vista y el tacto, y estoy convencido de que lo hemos conseguido.

Aprovechando que estaba contestando a Gustavo. Alba se puso encima de mí, cogió mi polla con una mano y la fue guiándola hacia la entrada de su coño, donde primero mí capullo, y después el resto, fue despareciendo lentamente mientras se sentaba encima. Aquella situación me estaba llevando al límite. Por un lado, deseaba terminar mi conversación telefónica con Gustavo, para disfrutar del coño de su mujer sin interrupciones, pero por otro lado, hablar con Gustavo viendo como Alba se movía en círculos con mi polla clavada mientras se presionaba sus pechos con una mano, provoco en mí un estado de excitación y morbo como pocas veces había sentido.

– Vale, te creo, pero me había quedado preocupado. Antes hable con Alba, y también me dijo que estaba equivocado, pero preferí hablar contigo para quedarme más tranquilo. Por cierto, ¿eso que suena es Terence Trent D’Arby?

– Si

– Que curioso, hoy cuando Alba estaba en la ducha sonaba esa canción en su Iphone. Ese tema tiene un ritmo muy sensual, cuando la escucho me evoca la típica escena de cama donde ella está sentada sobre el moviendo sus caderas. ¿Sabes qué?, ¿y si la usamos como fondo para las cuñas de radio?.

Me quede mirando para Alba, vi como una sonrisa lasciva se dibujaba en su cara a la vez a que afirmaba con su cabeza y sus caderas seguían moviéndose en círculos con mi polla dentro.

– Es cierto, le pediré a los de producción que nos hagan algunas pruebas. Al final, los aportaciones de Alba están mejorando mucho el concepto final. Le voy a proponer que deje la abogacía y que se venga a la agencia.

– Jajaja, no estaría mal. Bueno, te dejo que aún me quedan muchos km de coche. Llama a Alba para comentarle lo del tema musical, a ver qué le parece. A mí me queda poca batería.

– Ok, lo haré. Hablamos cuando vuelvas. Hasta luego Gustavo.

Fue la propia Alba la que colgó. Ninguno de los dos pronuncio una palabra e instintivamente nuestros labios se juntaron, nuestras lenguas jugaban entrelazándose, note sus pezones duros sobre mi pecho, sentía mi polla dentro de su coño húmedo y cálido. La separe de mí, me levante y como leyéndome el pensamiento se puso a cuatro patas sobre la cama, le acaricie el coño, la penetre con uno de mis dedos, gimió al sentir su frialdad, lo retire. Me situé entre sus piernas, coloque mi polla en la entrada de su coño y la fui penetrando lentamente, cuando note que mis huevos tocaban sus muslos empecé a bombearla, primero marcando un ritmo lento, en cada movimiento casi sacaba mi polla por completo para volver a metérsela de nuevo. La estrechez de su coño hacía que me volviese loco del placer por el rozando contra sus paredes vaginales, el sonido de nuestras respiraciones se confundía con un tema que sonaba de fondo. Cuando mi polla llegaba al tope, movía sus caderas y se clavaba contra mi para aprovechar mejor cada una de mis embestidas, que iban aumentando en ritmo e intensidad.

Su espalda se curvaba delante de mí, primero la recorrí con la punta de mis dedos y después inclinándome sobre ella le daba pequeños mordiscos en sus hombros acompañados con algunos besos en su espalda. Seguí penetrándola durante en esa postura en unos minutos, pero quería ver su cara mientras follábamos, le pedí que se diese la vuelta, puse una de las almohadas bajo su cintura, coloque sus piernas en mis hombros y la a penetre, esta vez, de golpe y hasta el fondo. Gemidos de placer salieron de su garganta, me quede con la polla dentro moviéndola, ella abrió los ojos y nos quedamos mirando fijamente, yo sin retirar la vista seguí bombeando. La mirada de Alba era entre provocadora y entregada al placer.

Cada vez que la penetraba, Alba abría su boca ligeramente y sus gemido empezaban a retumbar en la habitación, a medida que mi ritmo iba en aumento los gemidos eran más prolongados e intensos. Vi su clítoris brillante, moje mis dedos y lo acaricie mientras la seguía penetrado, esto hizo que sus gemidos se volviesen constantes y profundos..

– Me voy a correr cabrón, ummmmm. Quiero que te corras conmigo.

Yo no aguantaba más, mis huevos ya me dolían, llevaba excitado desde que nos encontramos en el ascensor de las oficinas de su marido. Era demasiado tiempo aguantando desde el primer contacto en el ascensor, la escena de la oficina, el trayecto en el coche y por todo lo que paso a continuación, sentía una necesidad imperiosa de correrme. Cuatro o cinco embestidas después empezó a correrse, yo la acompañe a los pocos segundos, acabando ambos con un orgasmo bestial y tumbados en la cama. El puto Sign Your Name de Terence Trent D’Arby seguía sonando en modo bucle en el Iphone de Alba. Quien acercándose al oído me dijo.

– Cuando escuchemos la cuña con Gustavo, procura traer vaqueros, no se te vaya a notar el empalme, al oír este tema de fondo.

 – Intentaré resistirme

– Yo no podré, ese día llevaré unas bragas de recambio en el bolso, ya que cuando lo escuche las empapare seguro.

Dijo mientras cogía mi polla mojada por su corrida y la mía entre sus manos

Después de aquella sesión de sexo comimos algo, para volver a la carga así hasta las 7 de la tarde. Estuvimos follando toda la tarde hasta que mi polla y su coño dijeron basta. No vale la pena relatar el resto de los polvos de aquel día. Si alguno de los siguientes en los que el vicio, la lujuria y el morbo siguieron siendo los ingredientes principales de nuestros encuentros.

Me acompaño hasta al garaje, solo llevaba con un ligero vestido de verano. Mientras nos besamos apoyamos en el coche, metí mi mano bajo el vestido con intención de despedirme por hoy de aquel coño, pero me encontré con la tela de sus bragas. – Ya te has puesto bragas

– Sí, lo hice pensando en ti

– ¿En mí?

Si, dijo mientras se las quitaba apoyada en el coche. Después la enrollo y me las metió en el bolsillo

– Es tu regalo, guárdalas que alguna cosa más haremos con ellas.

Me dijo con cara de vicio y dándome el último beso antes de subirme al coche. La trilogía de las bragas de Alba acaba aquí, no nuestra historia que os contaré en otra ocasión.

Nuevas Aventuras de Alba


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