Nuestros representantes sindicales, tras un largo período de letargo, despiertan de un sueño cómodo y extraordinariamente bien pagado por la administración saliente, y convocan sin para manifestaciones mientras insinúan eso de la huelga, aunque con la boca pequeña. La reforma laboral, esta u otra, era absolutamente necesaria a fin de flexibilizar el mercado laboral; ante la abundancia de oferta y la escasez de demanda, la corrección a la baja es obligada, por más que se empeñe un progresismo de salón que cada día está más alejado de todos esos millones de españoles que buscan trabajo. Pero hete aquí que la tristeza, y no las reivindicaciones, será la que encabece los actos del próximo once de Marzo. Porque eso sí, después de elegir desacertadamente la fecha y empecinados en el error, nos trasladan que no irán contentos, sino tristes. Muy acertado todo. El día que España recuerda con dolor el mayor atentado de su historia, los sindicalistas toman las calles protestando contra la reforma laboral del gobierno desalojado en tren de la Moncloa y lo arreglan todo con el estado de ánimo, como si nada. No podía ser el dieciocho del mes, ni el cuatro, tenía que coincidir con el aniversario en cuestión. Debe de ser cosa de la izquierda, porque las últimas elecciones, fueron celebradas el veinte de Noviembre, día de la muerta del antiguo dictador; tampoco fue casualidad, pero el resultado quedó a la vista. Tal vez la fecha conlleve cierta pérdida de fuerza a la convocatoria, aunque eso también me llene a mi de tristeza.
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