"La tristeza del samurái", de Víctor del Árbol: una novela perfecta

Publicado el 26 marzo 2014 por Lidiacasado

Ficha técnica: 

Título: La tristeza del samurái      Autor: Víctor del Árbol          Editorial: Alrevés  Género: novela negra, thriller, histórica   Páginas: 416  Publicación:  2011   ISBN: 978-84-15098-02-7

Sinopsis (editorial):

Extremadura 1941 / Barcelona 1981
  Dos tramas se desarrollan de forma paralela; una en Extremadura en el año 1941; la otra en Barcelona en 1981. Un crimen cometido durante la posguerra española produce consecuencias en tres generaciones de la familia Alcalá y en aquellos que se han cruzado en sus vidas durante cuarenta años. Complots, secuestros, asesinatos, torturas, violencia machista, son algunos ingredientes de esta fantástica novela. Con un estilo descriptivo pero no por ello lento, el autor narra los acontecimientos ocurridos y poco a poco va entrelazando los personajes de ambas tramas, entrando en la psicología de cada uno de ellos. El resultado es una magnífica novela de intriga e investigación, de sentimientos y rencores, de amor y odio, de ambición y dolor, de hipocresía y sobre todo de culpa, una lacra que se transmite de generación en generación, donde los hijos heredan los delitos de los padres y los nietos los de sus abuelos.
   Una novela que atrapa al lector desde el primer momento
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 Sinceramente, no pensé que esta novela me fuera a gustar tanto. Sabía que me iba a gustar, pero no esperaba que me enamorara como lo ha hecho. La tristeza del samurái me ha encantado, por tres razones principales.
   La primera: por la estructura. Cuando leí en la sinopsis que tenía dos tramas en dos épocas diferentes pensé: "ya estamos con la alternancia entre capítulos del pasado y del presente, con esas novelas en las que, en la mayor parte de las veces, el presente no te interesa para nada y le quitarías un buen número de páginas quedándote solo con lo realmente interesante, el pasado". Y resulta que no. Víctor del Árbol consigue urdir una trama de acontecimientos pasados y presentes (hablamos de presente pero la acción se sitúa en 1981) totalmente relacionados e imbricados a la perfección. La tensión no se crea, como en otras novelas, porque el autor deja colgando el hilo de una época para pasar a hablar de la otra. Ni mucho menos. Aquí la tensión se crea con el argumento, con los giros del guión, con la definición de los personajes, en definitiva, con la historia misma, con la esencia de la novela. Pasado y presente están tan bien unidos en la estructura como lo están en el argumento, en un intento por mostrar que somos lo que éramos, las cargas de nuestro pasado o del pasado de nuestras familias que seguimos soportando y que, en el fondo, nada cambia, todo sigue más o menos igual, aunque ni los escenarios ni los títeres que aparecen en ellos sean los mismos.

PERSONAJES DE CARNE Y HUESO 


   La segunda razón por la que esta novela me ha conquistado ha sido por los personajes. Acabo de hablar de títeres no porque los personajes de esta novela sean de cartón-piedra, muñecos animados sin vida ni alma. Nada más lejos de lo que ocurre en La tristeza del samurái. Hablo de títeres porque, al final, la impresión que te queda es la del destino moviendo los hilos de los pobres humanos que nos afanamos por vivir nuestra vida mientras él decide tirar de la cuerda y cambiar nuestro rumbo. Del Árbol reflexiona sobre la inexorabilidad de algunos destinos, de algunas vidas que parecen condenadas de antemano, de una maldición que se hereda de padres a hijos sin que nada más que la muerte puede romper esa cadena. 
  Me han encantado los personajes de esta novela por sus contradicciones, por los errores que cometen, por sus dudas. Hay malos malísimos pero no hay buenos buenísimos. No hay inocentes. Quizá solo Marcelo, cuyo único error fue, tal vez, enamorarse de la persona equivocada. Pero todos caen y arrastran a alguien en su caída, todos son ángeles y demonios. Bueno, todos ángeles... no. Hay malos muy malos sin más motivo que la ambición o la pura maldad. Pero, en general, todos son muy complejos, llenos de matices y de tonos de grises.
   Además, la sensación final que queda es que no hay puntada sin hilo, o sea que todos los personajes que aparecen (y son muchos) juegan un papel en la historia. No hay rellenos, no hay decorado. Solo hay un personaje del que me hubiera gustado saber más: Isabel. Sus contornos solo son perfilados y me hubiera encantado saber algo más sobre ella. Pero ella, como todos los demás, es necesaria para que el argumento y la lectura avancen. Y digo la lectura porque, en muchas ocasiones, son ellos los que van tirando del lector. ¿Qué pinta este aquí? ¿Qué relación hay entre este y este?... Ese es el hilo de Ariadna que va guiando al lector, en este caso, no para sacarlo del laberinto, sino para todo lo contrario: engullirlo hasta su corazón, conducirlo hasta el núcleo de la maraña y atraparlo en esa madeja de cabos aparentemente enredados hasta el final, hasta que vas tirando de uno y de otro y de otro y aparece el magnífico tapiz que Del Árbol ha urdido.

LA CONCEPCIÓN GLOBAL DE LA NOVELA

   Y esa la tercera razón por la que esta novela me ha encantado: todo está perfectamente medido, todo está pensando, no hay cabos sueltos ni puntadas sin hilo. Y lo mejor es que el lector tiene que armar el puzle. Todo está desordenado (pero con un desorden que hace crecer el interés, el ritmo y la intriga, no con un desorden de los que te hacen pensar "yo ahí no me meto") pero todo tiene su sentido. La tristeza del samurái es un libro muy muy complejo que hay que leer con mucha atención para que no se te escape ninguna pista clave, ningún nombre y, sobre todo, ningún apellido. No es como una apacible travesía por un mar en calma; esta novela es como luchar contra el vendaval, intentando ordenar lo que la tempestad se ha llevado por delante.
   Me ha encantado esta participación activa del lector que requiere la novela. Del Árbol le desafía y dosifica la información de una manera tan certera que al lector no le queda más remedio que picar el anzuelo y entrar en el juego. Y lo mejor es que no quedará decepcionado. Todo está urdido con la inteligencia suficiente como ni para despreciar las capacidades del lector ni para que se sienta superado por las exigencias de la obra.
   Pero este juego que propone el autor, tan ameno y gratificante para el lector, es lo único lúdico y divertido de esta novela negra negrísima. Sin seguir el esquema tradicional de la novela negra (poli o similar persigue a asesino), Víctor del Árbol nos habla de los tonos más negros del corazón humano: la venganza, el afán de matar, la sinrazón de la guerra, las causas que uno cree justas pero que no lo son, los errores, la ambición desmedida, el ansia de riqueza, notoriedad y/o poder... Todos estos temas, el ambiente y el tono general de la obra y el fondo de la historia hacen que la lectura sea amarga y que al final quede un regusto triste y descreído en el paladar de quien la lee. Pero la vida, a veces, es así. Y es bueno que nos lo recuerden de vez en cuando.
   En definitiva, una novela de matrícula de honor a la que soy incapaz de ponerle algún pero. Todo es perfecto: desde la trama hasta el tema, desde la planificación de la historia hasta su ejecución, desde la estructura hasta los personajes, desde el fondo de lo que nos cuenta hasta los detalles. Pasando, por supuesto, por la interesantísima reflexión sobre la memoria y los secretos familiares que nos condenan por el mero hecho de tener una determinada sangre corriendo por nuestras venas y por el estilo del autor, con frases hermosas cargadas de verdad y tristeza, como la que da comienzo a la obra. Un buen aperitivo para lo que vendrá. O un buen resumen, depende de cómo se mire.   Nos seguimos leyendo.

   Incluyo este libro en los siguientes retos:
  • Reto100 libros: 26/100
  • Reto 25 españoles: 24/25 
  • Reto Negro y Criminal: 6/15 
  • Reto Genérico: 21 (1 guerrero)/40
  • Reto Novela Histórica: 5/15
  • Reto Encuentra al personaje: 11/12
   En La tristeza del samurái he encontrado al personaje que accione o sostenga que un arma de fuego que nos proponía el Reto Encuentra el Personaje. En una novela como esta, hay muchos que lo hacen en un momento u otro. Me quedo con Fernando Mola y esta escena del capítulo 19:
   Fernando desenfundó su pistola Luger, tiró de la corredera y la amartilló, clavando la boca del cañón en la sien del prisionero.
  —¿Conociste a una mujer llamada Isabel Mola? ¡Contesta!
   El prisionero parpadeó, desconcertado al escuchar aquel nombre. Abrió mucho los ojos y su rostro se puso pálido.
  —Tú… ¿Eres Fernando Mola?
  Fernando apretó con más fuerza su pistola, fuera de sí.