Dejé de lado las novedades, cansado del incansable fluir editorial, y me refugié en el cómic y en los clásicos. Eso me vino bien para reencontrarme, para aprender y seguir escribiendo, para sentir la necesidad de volver a leer libros, de disfrutar del inmenso placer de los buenos poemas. Pero, como no podía ser de otro modo, esto no podía durar eternamente.Por eso he tardado en leer La tumba del marinero, que vio la luz hace algunos meses, por eso he querido leer con calma este último libro de poemas de Luna Miguel. Había escuchado por ahí que se trataba de un libro flojo, más que los anteriores, que quizá era un paso en falso, una búsqueda de un nuevo camino, de una voz todavía más firme, pero que el intento, por ahora, era fallido.No voy a valorar las opiniones de otros, pero la mía no es negativa, no. Me he encontrado un libro cargado de buenos versos, de hallazgos importantes, un libro al que quizá le sobren páginas y le falte calma, solo eso. Creo que es un libro apresurado, tal vez por la necesidad de mantenernos visibles en las estanterías, de seguir dentro del circuito, pero en ningún caso un libro prescindible.Que Luna Miguel es una poeta excelente no es nuevo, su talento está fuera de toda duda y tiene la suerte de publicar de un modo constante, en la búsqueda de una voz, de una madurez que se deja sentir en algunos versos de este libro. Seducida por la enfermedad, por el amor, por las heridas y el paso del tiempo, hace de estos ingredientes su bandera, una inconfundible fórmula que impregna la práctica totalidad de sus libros.En La tumba del marinero (La Bella Varsovia, 2013) podemos encontrar una celebración de la vida que a mí me recuerda mucho a Claudio Rodríguez aunque, cosa lógica, no tenga nada que ver en realidad. Es un libro hermoso que plantea preguntas, que aflora sentimientos, que demuestra una sensibilidad extrema sobre las pequeñas cosas que rodean la vida de la autora. Un libro que se erige como homenaje a la maternidad, a la familia, a la madre. A la suya.Como he dicho siempre sobre Luna, no sabremos valorar su voz y su poesía hasta que el tiempo coloque sus versos en el lugar que merecen. Los ingredientes, la base y el trabajo, lo tiene, así que estoy seguro de que nos encontramos ante uno de los hallazgos literarios españoles con mayor potencial del panorama poético actual. Las modas cambian, los aciertos, también, así que serán los versos quienes aguanten el combate o se diluyan para siempre. Voto por la primera de las opciones, la verdad.
Dejé de lado las novedades, cansado del incansable fluir editorial, y me refugié en el cómic y en los clásicos. Eso me vino bien para reencontrarme, para aprender y seguir escribiendo, para sentir la necesidad de volver a leer libros, de disfrutar del inmenso placer de los buenos poemas. Pero, como no podía ser de otro modo, esto no podía durar eternamente.Por eso he tardado en leer La tumba del marinero, que vio la luz hace algunos meses, por eso he querido leer con calma este último libro de poemas de Luna Miguel. Había escuchado por ahí que se trataba de un libro flojo, más que los anteriores, que quizá era un paso en falso, una búsqueda de un nuevo camino, de una voz todavía más firme, pero que el intento, por ahora, era fallido.No voy a valorar las opiniones de otros, pero la mía no es negativa, no. Me he encontrado un libro cargado de buenos versos, de hallazgos importantes, un libro al que quizá le sobren páginas y le falte calma, solo eso. Creo que es un libro apresurado, tal vez por la necesidad de mantenernos visibles en las estanterías, de seguir dentro del circuito, pero en ningún caso un libro prescindible.Que Luna Miguel es una poeta excelente no es nuevo, su talento está fuera de toda duda y tiene la suerte de publicar de un modo constante, en la búsqueda de una voz, de una madurez que se deja sentir en algunos versos de este libro. Seducida por la enfermedad, por el amor, por las heridas y el paso del tiempo, hace de estos ingredientes su bandera, una inconfundible fórmula que impregna la práctica totalidad de sus libros.En La tumba del marinero (La Bella Varsovia, 2013) podemos encontrar una celebración de la vida que a mí me recuerda mucho a Claudio Rodríguez aunque, cosa lógica, no tenga nada que ver en realidad. Es un libro hermoso que plantea preguntas, que aflora sentimientos, que demuestra una sensibilidad extrema sobre las pequeñas cosas que rodean la vida de la autora. Un libro que se erige como homenaje a la maternidad, a la familia, a la madre. A la suya.Como he dicho siempre sobre Luna, no sabremos valorar su voz y su poesía hasta que el tiempo coloque sus versos en el lugar que merecen. Los ingredientes, la base y el trabajo, lo tiene, así que estoy seguro de que nos encontramos ante uno de los hallazgos literarios españoles con mayor potencial del panorama poético actual. Las modas cambian, los aciertos, también, así que serán los versos quienes aguanten el combate o se diluyan para siempre. Voto por la primera de las opciones, la verdad.