La tuneladora

Por Antoniobarba

Tuneladora

«En cuanto que empieza septiembre me gusta irme a la tuneladora. Tampoco me queda otra opción, porque ese es mi trabajo. Tengo alma de topo. Me paso agosto a la luz del sol, tostando mi piel, bronceándome para todos los meses ayunos de calor que me esperan luego pilotando la tuneladora. Abro zanjas, cavo fosas, devoro terrones de tierra sin prisa pero sin pausa, llevando la civilización tuneladora a todos los confines para los que mi empresa me manda. Por el camino como raíces de árbol, veo nidos de animales raros que me miran aunque no me vean, porque están ciegos. Maniobro con la tuneladora y me acuerdo de mis abuelos, a los que no traté demasiado, pero de quienes me dijeron que uno fue labrador y el otro un panadero que tocaba el clarinete en sus escasos ratos de ocio. Yo no he heredado ninguno de esos oficios: no sé labrar la tierra; solo la roturo por dentro. Tampoco sé hacer pan, aunque los efectos explosivos de la levadura quizá podrían emplearse para abizcochar la tierra, para hacerla más esponjosa cuando la horado con la tuneladora. Vienen meses de estar sumergido con la tuneladora, y de aflorar en algún momento para ver si afuera sigue luciendo el mismo sol del que me despedí en agosto.»