Los 27 estados miembros de a UE, siguiendo la máxima “sin prisa, pero sin pausa” han aprobado la llamada Iniciativa Europea Ciudadana. Un instrumento que permitirá a los ciudadanos promover iniciativas legislativas. El poder del cambio desde las entrañas de la democracia: la población.
Un arma de doble filo que alegremente han impulsado desde el operativo comunitario. El punto cuarto del artículo 8B del Titulo II del Tratado de Lisboa así lo refleja y, con algunos cambios, se ha puesto en marcha. El más significativo puede ser que en lugar de 9, los ciudadanos deben ser originarios de 7 miembros diferentes de la Unión. Ahora, Estraburgo, debe adoptar el borrador y entonces no habrá marcha atrás.
Los elementos necesarios para llevar a cabo la propuesta son:
a) Ciudadanos de un tercio de los países miembros, con un mínimo en cada uno de los estados miembros que propongan.
b) Correspondencia entre la edad de los firmantes y la edad mínima de voto en elecciones europeas de cada estado miembro.
c) Posibilidad de usar medios online para la “recolecta”.
d) La Comisión tendrá dos meses para pronunciarse al respecto y 4 meses para proponer una de las tres vías posibles: Aprobar la iniciativa, tomar en consideración la propuesta que origine un Libro Verde de la Unión o autorizar la transmisión de la propuesta para su debate en las instituciones comunitarias.
De esta manera, un comite ciudadano formado, por ejemplo, por naturales de Francia, Alemania, Italia, Holanda, Suecia, Finlandia y Grecia, puede enarbolar una proposición legislativa que trasladará a la Comisión para que actúe en consecuencia y dentro del marco del tratado.
Movidos por el intento de hacer partícipe a la población, la UE se puede encontrar con un rechazo frontal a varias iniciativas que impulsen sus órganos legislativos, si la ciudadanía lo considera oportuno. En Suiza ocurre frecuentemente y el resultado es casi siempre el mismo: una bofetada “al de fuera”, que, además, es vinculante. En el caso de la UE, debería ser adoptada, sin dilación alguna, por los estados miembros.
Si el pueblo habla, el gobierno acata. Empezaremos a observar iniciativas populistas a un año vista. Políticos con ganas de hacerse notar (Jean-Marie Le Pen, Geert Wilders, Jimmy Aakesson) y con un apoyo ciudadano en crecimiento, utilizaran, esta iniciativa, como trampolín mediático de sus ideas de arraigo extremista. Pero un trampolín mediático diferente al que tienen hoy, un trampolín a nivel europeo y que puede condicionar algunas de las políticas de la Unión. O, al menos, dar que hablar. La “iniciativa ciudadana europea” es algo que el pueblo celebra, pero lo celebran, aún más, los sectores políticos extremistas.
La UE ha elegido a Suiza, y lo ha hecho consciente de que, a pesar de todo, el país helvético todavía transmite algo de aquello con lo que Rosseau soñaba. Igual, hasta alguno de los que redactaron el Tratado de Lisboa, lo hizo con una frase en la mente; una de esas que se inician (en ocasiones) en los bares y con el calificativo de “conversaciones arregla-mundos”; algo que a casi todo ser humano se le ha pasado, en alguna ocasión, por la cabeza. Y es que, ”si yo fuera Suizo…”