En esta época del año los rayos solares pegan en un ángulo que la hacen ver más amarillenta. Además el reloj biológico sufre también algún cambio que redunda en depresión.
Por otra parte, esta época del año también se presta para que la gente haga un recuento de lo sucedido en el año que termina, que recuerde lo bueno y lo malo. Pero como nuestra naturaleza es negativa, siempre recordamos lo malo, lo peor y lo fatal. Somos muy raros.
En mi caso las cosas son un poco diferentes este año. No he tenido tiempo para deprimirme. La semana de vacaciones que me dieron en el trabajo la he usado para dos cosas: enfermarme de gripa (la noche de 24 y el 25 estuve con temperatura y con delirios) y sobreviviendo a la familia de mi esposa y a la mía.
Creo yo que ninguna de las dos familias son tan complicadas (a excepción de mi madre), pero siempre convivir con gente "ajena" es muy difícil para mí, sobre todo cuando están en mi casa, sin salir durante más de 24 horas. Hay que tomar en cuenta que mi esposa y yo vivimos solos en un pequeño departamento de 50 metros cuadrados que cuando se llena con ocho personas se puede volver casi insufrible. Soy tan intolerante a la gente que corría el riesgo de salir huyendo de mi propia casa en cualquier momento, o de expulsar al par de niños que casi por ninguna razón se quedaron quietos durante todo el tiempo que se quedaron en mi recámara.
Dentro de tres días mis vacaciones habrán terminado, mi descanso habrá sido casi nulo y mi depresión estacional habrá sido cosa del pasado.
Por un lado me da un poco de coraje saber que la hermosa hueva que pude haber echado durante toda la semana no pudo ser, pero también me da gusto saber que mi esposa (más ella porque yo casi no he hecho nada más que pagar algunas cuentas) somos capaces de convivir con las familias, enfrentar algunos pequeños problemas y seguir con nuestras vidas con la mejor cara y actitud posible.
Sin duda es una forma bastante positiva de terminar un año y comenzar uno nuevo.
Suerte a todos en 2011.