La última llamada de Jesús. El amor también es una pandemia

Por Arturolodetti @latitudgay

La última llamada de Jesús.

El amor también es una pandemia

🕊@psicologodiaz

Lo último que me dijo Jesús antes de cortar rápido fue; Te llamo en un rato, entro a la UCI.

Él trabaja en la primera línea de los covid19.

Él trabaja en un hospital público en Barcelona.

Recuerdo, que estaba sentado al teléfono, lo sostenía con mis manos rotas de tanto alcohol gel que me había puesto en la clínica.

Yo trabajo en la segunda línea por así llamar.

Trabajo en Recoleta en una clínica privada en Chile. La misión que tengo es contener a la primera línea del covid19 y a pacientes hospitalizados.

A veces se torna difícil, mientras yo los escucho, pongo el teléfono en mi bolsillo y espero el vibrar de la llamada de Jesús.

Las horas van pasando de la misma forma en que pasan los rostros frente a mí.

Todo no es como ayer, hoy debo sostener un cuerpo con la mirada.

Ensayo mis expresiones a través de tutoriales que me distraen, los grabo desde el teléfono, esperando que baje la llamada de Jesús y yo no lo vea… entonces estoy atento.

Las horas pasan, la llamada no llega, el tutorial se hace eterno, las cosas se confunden, la máquina no funciona, la receta se pierde y el teléfono no suena.

Pienso lo que puede estar haciendo; entubando, una traqueotomía o simplemente cerrando un par de ojos más, como los miles cerrados en Madrid y Barcelona.

Me imagino ajustar su máscara, limpiar sus lentes e incluso poner mi cuerpo ante ese escupitajo que sale por reflejo.

En este momento salí a la plaza, las horas han pasado, el teléfono no vibra, la llamada no llega, mis manos rotas escriben estas notas, como una fiebre de angustia.

Mis perras corren, yo las miro, guardo el celular esperando que vibre en las piernas.

La llamada no llega, me apoyo en un árbol, toco el pasto, grito a la perra, la llamada no llega, pienso en el tutorial.

Cocinar completo, en Barcelona no saben hacer completo, lo anoto al teléfono y veo el wsp, no hay movimiento en su teléfono.

Imagino que fue un procedimiento largo. Mientras apaciguare la espera recordando ese primer abrazo en el Parque Forestal o cuando conocí a sus padres y ellos no podían pestañear, Jesús repara al padre por no llevarme a conocer la ciudad.

Yo mantenía mis manos en los bolsillos para que no se notaran mis alas que nos cubrían cuando estábamos juntos y reíamos de la gente al pasar.

Luego al día siguiente partíamos a los Pirineos, yo como príncipe encantado, miraba todo desde el tercer piso de su casa.

Al regresar a Barcelona Jesús me decía; ¿Quieres visitar el museo de Salvador? …yo le respondía entre risas, ¿Para qué?, no veo a nadie caminando con una obra.

Bueno José Luis, entonces partamos a la Sagrada Familia, mi sarcasmo me hacía responder; existe una familia más sagrada que tú y yo.

Reíamos y me decía… contigo no se puede,…claro respondía porque contigo no compito, si lo hiciera me dejaría perder, solo para verte feliz.

El llamado aún no llega, no alcance a decirle que lo extraño, que quiero sentir sus brazos por mi espada.

La llamada no llega, una lágrima me recuerda que elegimos esto y otra se esconde y me ayuda a respirar, hasta la próxima llamada que será interrumpida por alguien que lo requiera a él… o me busque a mí.

Hacer coincidir los cuerpos, los muertos y las horas, es tan difícil como bajar la mascarilla y darnos un beso.

Por Cano en pandemia, Mayo 2020

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