HELÉNICO SUSPIRO
El dolor ante la muerte, la esperanza, el amor y la mitología son los cuatro pilares sobre los que construye Rosario Guarino dos poemarios que conmoverán al lector mostrándole una voz poética que ha ido sumando quilates con cada obra que la autora entrega a la imprenta.
Tanto ‘La última primavera’ como ‘A hombros de gigantes’ nos presentan a una voz poética que ha subido enteros, manejándose magníficamente bien en el registro de la nostalgia y el dolor personales y en el homenaje a lo que desde siempre le ha dado sentido a su quehacer: la antigüedad grecolatina, y especialmente la mitología helénica.
Conjurar el dolor
El primer libro, que además aparece en versión bilingüe griega, nace a raíz de la muerte de la madre y con esos versos Rosario intenta conjurar el dolor, aunque también mostrando una serena madurez en él, huyendo del desgarro que sería esperable en el momento en que recibe la primera noticia de la pérdida.
En esas hojas blancas el lector hallará también reflexiones sobre la propia muerte, el momento que nos ha de llegar a todos y que Rosario Guarino espera poder afrontar sin estridencias, con la calma que dan la inevitabilidad y la conciencia plena por haber vivido, siempre con el amor al mundo por delante, como buena nefelibata que ella misma declara ser en uno de los poemas.
Memoria dulce y amarga
Continuando con ese amor se abre el tercer bloque del libro, mostrando una intensa panorámica de sensaciones escoltadas por la mitología y la literatura clásica, la que teñía de rosa los dedos de la aurora. Llega así también la mirada al pasado, a los recuerdos de la infancia, de la abuela, de una caja de costura con un don Quijote dibujado en su tapa, descolorido y enjuto, escoltado por un Sancho que ha perdido ya el rubor de sus mejillas.
Pero llega también lo inevitable, y esa capa de sal gruesa se endurece para evocar aquella pandemia que aparece en forma de momentos intensos en los que no se podía siquiera abrazar a la madre, en los que ese aislamiento era en algunos casos una primera muerte presentida, el insaciable presagio de la Parca que vendría después a reclamar sus anticipos.
Solo el tiempo, y una nueva primavera, depuraría el recuerdo de la madre, tornándolo muy vívido, prolongándose en la nieta que ha de seguir adelante, porque ése es el verdadero mensaje que trasciende las generaciones. El epílogo corre a manos de la hermana de Rosario, que como una Penélope paciente teje sus recuerdos al pie de la cama materna, y termina la labor justo en el momento en que su progenitora acaba también la suya.
Otro tono tiene ‘A hombros de gigantes’, puesto que la conjunción entre amor y mitología marca el arranque del poemario, con Eros alzándose por encima de Ilíadas y Odiseas, sometiendo a los dioses a un gobierno que puede enloquecerlos e incluso dejar en poco el castigo que ellos solían infligir a los mortales. Con estos versos breves y muy bien medidos, Rosario blande una vez más su homenaje grecolatino tamizándolo con la presencia incombustible del amor que hace, como siempre, de las suyas.
Y la lista olímpica es amplia: Zeus y su libertina condición de bastardo; Afrodita y su papel en el conflicto troyano; Ares en la infausta campaña bélica, junto a las causas, amores y venganzas que asolarían Troya; Paris y Helena; Aquiles y el mito; Poseidón y la venganza; Casandra y el castigo; Odiseo y el ingenio, el caballo y su armamento; Atenea y la firmeza; Ifigenia y el sacrificio.
La herencia mitológica y literaria se convierte en el ajustado motor que pone en marcha una poesía con valor doble: para el conocedor del mundo clásico es una delicia recordar episodios, sucesos, personajes…, y para quien no lo conozca, una invitación irrechazable a hacerlo, gracias a esos versos concisos y certeros. La segunda parte del poemario nos regala quizá personajes menos conocidos, como Nauplio o Leandro, e incluso recrea otros hechos mitológicos, tiñéndolos de actualidad, como ocurre con los casos de Hades y Perséfone, Deméter, Orfeo y Eurídice.
Pasión por lo clásico
Amor y mitos a disposición del lector actual, con lo que el homenaje al mundo clásico alcanza cotas brillantes, porque ese mundo está siempre en el interior de la autora, tal y como ella misma reconoce: “En palabras de Virgilio, Horacio, Ovidio (…) he encontrado regocijo, lecciones y momentos que otra vez viviría complacida”. Como colofón, Rosario nos regala también una conexión entre los amores clásicos y algunas vivencias personales, para que la comunión temática y temporal sea ya casi perfecta, pidiéndole a las musas que ayuden a sus palabras a deslizarse, por el papel y el recuerdo, como criaturas juguetonas y azules.
LA ÚLTIMA PRIMAVERA.
MurciaLibro.
98 páginas.
A HOMBROS DE GIGANTES.
La Fea Burguesía.
70 páginas
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