Se cuenta que cuando el rey Salomón fue a visitar a la reina de Saba, ésta le propuso un enigma muy difícil de resolver. Balkis, la bella y rica soberana, rivalizaba con el famoso monarca en ver cuál de los dos era más sabio y decidió ponerle, un enigma imposible de resolver. Para ello le llevó a uno de sus muchos y hermosos palacios, donde unos artesanos muy hábiles habían llenado un gran salón con una multitud impresionante de flores artificiales de colores diferentes, las cuales incluso habían sido perfumadas con deliciosos aromas. Las flores reposaban sobre una esterilla acondicionada como un prado que se balanceaba con suavidad gracias a un ingenioso mecanismo, de tal manera que parecía que una brisa desconocida aireara el alucinante paisaje artificial. La impresión al ver el conjunto era la de que aquello era posible gracias a algún extraordinario acto de magia. Entonces la reina presentó su enigma al rey Salomón:
- Querido, una de estas flores ¡y sólo una de ellas! es una flor real, de verdad. ¿Puedes señalarme cuál de ellas es?
Salomón contempló el conjunto de flores y trató de descubrir la verdadera pero se sintió incapaz de descubrirlo ni echando mano de toda su extraordinaria sensibilidad, ni siquiera de su conocida y poderosa intuición: tan perfecta era aquella obra de los artesanos de la reina de Saba. Entre el calor que reinaba en la estancia y las dudas ante el desafío que le había planteado Balkis, el rey comenzó a sudar y entonces casi sin darse cuenta halló la solución.
- ¿Podrías ordenar a tus sirvientes que abrieran alguna ventana? Hace demasiado calor aquí para mí...
La reina de Saba, satisfecha por lo mal que lo estaba pasando Salomón, ordenó abrir no una sino varias ventanas para que su amigo se refrescara. Sin embargo, se quedó estupefacta cuando poco después el monarca se adelantó unos pasos y señaló, sonriendo, una de las flores.
- Ésta es la única flor real de todo el salón. ¿Tienes algún otro enigma para mí?
Y, en efecto, había acertado plenamente. ¿Cómo lo había averiguado Salomón? Pues porque al abrir las ventanas, había entrado una abeja al salón y el insecto había ido a posarse en la única flor verdadera que había en todo el lugar...
También se cuenta que a partir de entonces la reina de Saba cayó definitivamente rendida ante las habilidades de Salomón.