La única obligación del niño es jugar.
Es un mensaje subversivo, lo sé.
En esta sociedad en la que el que no produce no vale para nada, muchos creen que los niños deben tener una tarea comparable a la de los adultos, para que no parezca que son improductivos. Cercenamos su infancia para que crezcan cuanto antes. Se mete bajo la alfombra la vital importancia del juego libre, pilar sobre el que se fundamenta todo el aprendizaje de los niños, de su personalidad y de su autoestima. No queremos que los padres sepan. Porque si los padres supieran habría que cambiar de una vez por todas este modelo de educación del s. XIX por un modelo que respetara al niño en su globalidad. Y eso no interesa porque lo que buscamos es una sociedad de estandarizados que produzcan mucho y protesten poco.
No hablo mucho de educación en Mamá (contra) corriente. Es un tema complicado y hace años que evito elevar el tono. Los debates acerca del modelo de educación que queremos para nuestros hijos no son menos polémicos que los que surgían cuando hablaba, hace ya muchos años, del tema guardería. No estoy en la fase de pelearme con nadie, ni virtual ni presencialmente
Cuando nos juntamos los padres del cole es imposible no acabar compartiendo nuestras impresiones acerca de la educación que están recibiendo. Siempre digo que incluso si no te interesa nada la educación, tarde o temprano te verás implicado por algo relacionado con el colegio. Incluso si piensas que es estupendo que un niño pase la tarde entera haciendo deberes, tarde o temprano te verás afectado porque los deberes, sin duda alguna, afectan a la organización y a la libertad de toda la familia.
Por eso escribo hoy este post. A todos los padres nos afecta lo que pasa en la escuela. Y, por ello, es necesario que los padres seamos conscientes de que el juego no es ninguna tontería. Sólo así podremos exigir que se respete a nuestros hijos, sólo así podremos proteger su infancia. El juego es una necesidad básica del niño. Si impedimos que los niños jueguen libremente, si les institucionalizamos cada vez más pronto y más duramente, lo vamos a pagar. Ya lo estamos pagando.
Juego libre y juego dirigido
El juego libre es el que se desarrolla de forma espontánea por iniciativa del niño, de forma instintiva, sin que intervenga ningún adulto.
En el juego dirigido, en cambio, sí que interviene un adulto, que organiza el juego con unas normas y un objetivo.
Los dos tipos de juego están bien, son necesarios y deseables. Pero podríamos decir que el juego no estructurado sería la forma de juego más pura que tienen los niños, ya que es un juego totalmente imaginativo, original, libre de prejuicios. Es el espacio donde el niño tiene posibilidad de desarrollar todo su potencial tanto a nivel emocional como físico, intelectual y de relación con su entorno.
El juego no es solamente entretenimiento para el niño, es, sobre todo, aprendizaje. Comienza cogiendo sus primeros objetos, haciendo sus primeros gorgoritos o balbuceos. Cuando empiece a arrastrarse o gatear comenzará a explorar el mundo, a imitar a las personas que tenga cerca, a canalizar sus sentimientos a través de él. El potencial es infinito.
Qué aprende el niño a través del juego libre
Para el niño, el juego
- Es aprendizaje y diversión.
- Le permite descubrir el mundo que les rodea, experimentando con todos sus sentidos.
- Facilita que aprendan a relacionarse con niños y adultos.
- Sirve de modo de expresión e integración de los sentimientos.
- Ayuda a adquirir valores y a comprender las normas de la sociedad en la que vivimos.
- Fortalece los vínculos afectivos con las personas que le rodean.
- Desarrolla todas sus habilidades: cognitivas, físicas, afectivas y de inter-relación.
Jugando se aprende
Los adultos tenemos la idea de que para aprender hay que sentarse en una mesa, coger un libro y empezar a empollar. O bien sentarse a escuchar la perorata de un señor que unas veces lo hará muy bien y con mucha pasión y otras veces nos soltará un auténtico petardo de lección que no habrá por donde cogerla.
Los niños no son pequeños adultos. Los niños no distinguen entre jugar y aprender, todo forma parte del mismo conjunto.
Para un niño pequeño, sentarse en una mesa para aguantar una lección de matemáticas, otra de lengua, otra de science y otra de inglés no tiene sentido. Un niño podría aprender todas esas cosas de una forma lúdica simplemente en su día a día, a través del juego. Pedirle que esté varias horas sentado haciendo fichas y cuadernillos que no corresponden a su nivel intelectual ni emocional es una fuente de frustración y desmotivación brutal, que acaba con su creatividad, su espontaneidad y entusiasmo vital. La escuela tradicional mata la curiosidad y la experimentación.
Cuando era pequeña desarrollé una increíble pasión por el inglés, hasta tal punto de que empecé a estudiar por mi cuenta ya que el nivel del colegio me resultaba muy básico. Le pedí a mis padres que me dejaran unos libros suyos, de mayor nivel, y me los estudié yo solita, haciendo los ejercicios y todo. Cogí sus cintas de los Beatles y me aprendí las canciones de pe a pa. Luego empecé a ver películas y televisión en inglés, a navegar por páginas en inglés. En poco tiempo alcancé un nivel alto, que desde luego no era el de mis compañeros. ¿Sabéis qué esfuerzo me costó? ¡Ninguno!
Seguro que muchos de vosotros sois expertos en algo que os gusta mucho. Algún hobby que os encanta y del que sabéis mucho más que los demás. Qué se yo, de futbol. De series. De cocina. De punto. De running. Yo por ejemplo puedo hablaros durante horas de nutrición con todo lo que he leído últimamente. O de cosméticos. O de mochilas ergonómicas. O de literatura infantil. ¿Sabéis qué esfuerzo me ha costado aprender todo lo que sé? ¡Ninguno!
Lo que se aprende por gusto, a nuestro ritmo, sin presión, disfrutándolo, sintiendo pasión, eso es para siempre.
Lo demás es memorizar, vomitar lo aprendido y a continuación olvidarlo.
El papel del adulto en el juego libre
No estoy en contra en absoluto del juego dirigido. Todo tiene su momento.
Pero, como forma pura de libertad del niño, éste debería tener su espacio para desarrollar su actividad sin interferencias.
¿Qué debe hacer el adulto entonces? El adulto debe estar presente pero como observador. Así, el adulto sólo intervendrá si hay una situación de riesgo o si el niño se lo pide.
¿Cómo se compatibiliza esto con la escuela tradicional?
Querer es poder. No os quepa duda de que otra escuela es posible.
Hay miles de razones por las que muchos están interesados en que nada cambie.
Algunos tratan de asustar diciendo que si los niños no hacen nada (porque para ellos jugar es no hacer nada), serán unos zoquetes. Pues bien, los estudios que demuestran que los niños que van a colegios muy estrictos y enfocados en los métodos tradicionales de educación no leen mejor ni tienen mejores habilidades en matemáticas, dibujo o ciencias. Sin embargo, sí que son niños menos espontáneos, menos creativos, muchísimo menos motivados y, por desgracia, con niveles de ansiedad que no se suelen ver en otros entornos educativos más respetuosos.
No es cierto tampoco que cuanto antes escolaricemos a los niños, más listos serán. Ya sabéis, esa (horrible) idea que no paran de repetir los políticos de extender la escolarización desde los cero meses ¡Cero meses! Volvamos la mirada, mejor, hacia otros modelos en los que los niños no empiezan el colegio hasta edades impensables en España, donde hace décadas que son conscientes de que el juego no es una pérdida de tiempo sino la piedra angular del desarrollo del ser humano.
Lecturas interesantes
Son muchos los libros que podría recomendaros sobre la importancia de dejar a los niños desarrollar su inmenso potencial pero para no aburrir he seleccionado los dos libros que probablemente más me hayan impactado y cuya lectura me parece más amena y fácil de digerir.
Cuando charlamos con otros papás de estos temas, a menudo nos han acabado preguntando “¿Entonces, pensáis que un niño podría no ir al colegio y tener un desarrollo normal?” La respuesta (en un mundo ideal mucho mejor que el que tenemos) sin duda es sí. Pues bien, eso es lo que plantea el libro Yo Nunca Fui a la Escuela ya que está escrito por un hombre que nunca fue al colegio. En el libro cuenta cómo fue creciendo libremente, aprendiendo aquello que más le iba interesando. Mal no le debió ir porque ahora es músico, compositor, escritor y periodista. Una lectura muy muy interesante.
Educar en el asombro me gusta porque además de inspirador me parece emotivo. El niño no necesita padres perfectos ni un entorno lleno de grandes estímulos porque la vida cotidiana ya es de por si increíblemente maravillosa. El asombro es algo que todos los niños llevan de serie y si lo cuidamos puede acompañarnos toda la vida. El aprendizaje, en todas las etapas, debe nacer el interés del ser humano.
Después de estos dos podéis leer a la pedagoga Rebeca Wild. Quizá no sean lecturas tan sencillas pero resultan interesantes y dan mucho que pensar.
La importancia del juego libre
El juego, y muy especialmente el juego libre, es la base sobre la que se desarrolla el niño. El juego potencia la creatividad, la propia imagen, imaginación, el interés por explorar, la autoestima, la independencia y, en definitiva, permite que éste desarrolle todo su potencial.
El juego no es una pérdida de tiempo. Más bien al contrario, la única obligación del niño es jugar, y lo demás son añadidos impuestos por una sociedad que aún debe trabajar mucho para ser consciente de la importancia del juego libre.
Foto | Donnie Ray Jones en Flickr CC