Muchos me preguntan en la Universidad y en mis foros de Internet ¿qué es la democracia? y yo siempre les respondo que "la democracia es justo lo contrario de lo que tenemos en España". Algunos creen que la democracia es elegir a representantes políticos en las urnas, cada cuatro o cinco años, pero la democracia es mucho mas que eso. La democracia es el imperio de una ley que sea igual para todos, el establecimiento de controles férreos que limiten el poder de los partidos y de los gobernantes, la elevación del ciudadano hasta la categoría de "soberano" del sistema, la existencia de una sociedad civil independiente y fuerte, que sea capaz de servir de contrapeso al poder político, el funcionamiento de unos medios de comunicación independientes y capaces de servir a la verdad y al ciudadano, sin servidumbre ante los políticos y sus partidos, a los que debe vigilar y fiscalizar de manera constante e implacable. La democracia exige que los poderes básicos del Estado sean independientes y que los diputados y cargos electos responsan y rindan cuentas a los ciudadanos, a los que representan, no como ocurre en España, que solo obedecen a sus partidos. Nada hay menos democrático que vicios y obscenidades vigentes en España como el nombramiento de jueces y magistrados por parte de los partidos políticos, la financiación con dinero público de los partidos políticos, la impunidad práctica de los políticos y de los corruptos y ladrones que roban y envilecen, el amiguismo, el enchufismo, el nepotismo, el clientelismo y otras aberraciones antidemocráticas, todas vigentes en España, las cuales han permitido a los políticos construir un Estado gigantesco, injusto e insostenible, que consumo el grueso del dinero existente, plagado de parásitos que cobran dinero público sin otro mérito que el de ser amigos de los poderosos o tener un carné de partido en el bolsillo.
La falsa democracia es el entramado mejor diseñado de la historia. Hacer pasar por democracia lo que es un vulgar régimen de delincuencia política que extrae el dinero de los ciudadanos para las élites gobernantes y sus amigos los banqueros, es una "gesta" propia de maestros en delincuencia.
El hecho de que un país como España tenga mas políticos enchufados en el Estado, cobrando dinero público y cargados de privilegios, que Francia, Alemania y Gran Bretaña juntos, demuestra hasta que punto España no es una democracia sino una satrapía hecha a medida de una casta política que se ha ganado a pulso lo que reflejan las encuestas: el rechazo y el desprecio masivo de los ciudadanos.
En democracia es inconcebible que el rey Juan Carlos no haya abdicado, obligado por sus escándalos, o que el gobierno de Rajoy siga ejerciendo, después de haber incumplido todas sus promesas electorales, ignorando que su acceso al poder, gracias a los votos ciudadanos, es ilegitimo en un sistema democrático porque fue producto de una auténtica estafa. Lo que hoy es un sistema lleno de mugre, en democracia tendría que relucir con limpieza impecable.
En democracia, los políticos que despiertan sospechas, como la ministra Ana Mato y el ex ministro Pepiño Blanco, entre otros muchos,, están obligados a dimitir sin tener que esperar a que los jueces los condenen, pues basta con que se tambalee la confianza ciudadana para que los políticos sobren. En una España democrática, Zapatero y el PSOE habrían tenido que pedir perdón por los estragos causados a España y el PP habría tenido que llorar en público y pedir disculpas por escándalos tan sucios como el de Bárcenas.
Tampoco es admisible en democracia que los gobernantes ignoren sistemáticamente los deseos del pueblo soberano, como ocurre en España, donde mas del 80 por ciento de los ciudadanos quieren que los partidos políticos, sindicatos y patronal dejen de financiarse con dinero público, procedente de los impuestos, sin que el gobierno haga caso a esa demanda masiva ciudadana.
Una democracia auténtica nunca hubiera permitido al inepto de Zapatero arruinar el país, ni habría permitido a Rajoy asfixiar al pueblo con impuestos insoportables mientras se niega tozuda y antidemocráticamente a reducir un Estado irracional, monstruoso e injusto, que consume tres veces mas dinero del que los expertos consideran racional en un país como España, donde, a pesar de las promesas del poder, siguen existiendo miles de asesores, instituciones y empresas públicas inútiles, recursos costosos que hacen el mismo trabajo y que sólo son utilizados por los políticos para eludir los controles al gasto público y para colocar a sus amigos.
El mayor problema de España no es que su economía falla, sino que falla su sistema político, su catadura ética y que el grado de abuso y de injusticia es de tal envergadura, que genera rechazo y repudio ciudadano masivo, lo que se traduce en desconfianza, deseos de evadir impuestos, una economía sumergida que ya se considera una forma de rechazar los abusos del poder y un repudio generalizado al liderazgo, cada día mas despreciado por su falta de ética, decencia y democracia. Todo lo demás es consecuencia de ese colapso ético y de la consiguiente frustración de la ciudadanía
Un sistema auténticamente democrático llenaría hoy las cárceles españolas de sinvergüenzas con poder político que se han enriquecido impunemente, habría impedido que cientos de miles de ahorradores, en su mayoría ancianos, hayan sido estafados y robados con las participaciones preferentes, sin que el Estado los defienda a ellos sino a sus depredadores delincuentes, habría evitado que las cajas de ahorros hayan sido saqueadas por políticos y amigos del poder, permitiría recuperar miles de millones de euros robados y haría posible que a la política acudieran gente con honor, decencia y principios, capaces de anteponer el bien común a los sucios y bastardos intereses de los partidos políticos y de los profesionales de la política.
Una España democrática recuperaría pronto su destrozado prestigio internacional y haría posible una rápida y vigorosa recuperación de la economía y del vigor de la nación, sustentado por una decente y justa armadura de valores y principios, no como como ocurre en el presente, donde la desmoralización y el rechazo a esos políticos que han destruido gran parte del sistema productivo, cerrando 700.000 empresas, y aniquilado en gran parte a la clase media, frena el crecimiento e impide que el país levante cabeza.