Aunque algunos presentan la alianza de las izquierdas extremas como una reacción frente a la corrupción y el fracaso en el gobierno de los partidos tradicionales españoles (PP y PSOE), lo cierto es que esa alianza representa, sobre todo, un avance, cultural e históricamente inexplicable, contra la democracia y hacia el estatalismo, el intervencionismo y el totalitarismo.
La situación recuerda a la que vivió España en vísperas de la Guerra Civil, pero hoy diferencias sustanciales, entre ellas que la ciudadanía es más próspera y pacífica y, sobre todo, que el entorno internacional y europeo no es ahora propicio para confrontaciones y violencias.
Los estrategas del PP no ven con malos ojos la alianza de Podemos e Izquierda Unida porque esperan que el miedo al comunismo resucitado polarice la vida política española en dos bandos claramente diferenciados, con un PP que quiere representar la "resistencia" democrática frente al avance de los totalitarios.
Esos estrategas de la derecha creen que la polarización y la división ayudarán a que el PP se libre de su actual etiqueta de desprestigio y suciedad, que le señala como partido corrupto y con sus dirigentes haciendo cola ante los tribunales para ser juzgados por delitos de corrupción y abuso de poder. Creen que el "todos contra el PP" puede resultar positivo para la derecha porque muchos ciudadanos se les unirán para contrarrestar la ofensiva comunista.
Es un escenario muy similar al que se produjo durante la II República, cuando la "unidad popular" de las izquierdas provocó un frente de defensa nacional de las derechas.
Pero el radicalismo, la ausencia de democracia y la polarización son, por encima de todo, nuevas barbaridades de la clase política española, ineficaz, irresponsable, inepta y responsable de casi todos los males y dramas de la nación, desde el desempleo masivo al avance de la pobreza, la pérdida de prosperidad, la corrupción, el despilfarro, el endeudamiento enloquecido y el abuso de poder en un Estado que está plagado de enchufados y que resulta imposible de financiar, salvo que el ciudadano sea esquilmado con impuestos y tasas abusivas, como ocurre en España.
Francisco Rubiales