Hace poco leí en las redes sociales del ciberespacio los comentarios de un profesor y de un estudiante, ambos universitarios, acerca de que si el estudiante paga por los cursos matriculados tiene derecho a escoger al profesor que le enseñe. Peor aún, un amigo profesor me comenta que acaba de recibir un e-mail de la secretaria del Director de la Escuela de cierta universidad pública donde labora, con el siguiente contenido: "Estimado Profesor. El presente tiene por finalidad saludarlo cordialmente y, a la vez, por encargo del Director de la Escuela informarle que ha solicitud de los estudiantes se han realizado cambios en el horario del Ciclo Académico .... En tal sentido por el momento, usted no está considerado para que participe en el Ciclo mencionado". ¡De ripley!, como el sentido común señala, ¡esto sólo sucede en el Perú! Pero, ¿qué esá pasando con la educación superior universitaria en algunas universidades?, ¿qué tipo de autoridades académicas tenemos que permiten estas situaciones? y de persisitir este modelo de gestión académica, ¿qué tipo de profesionales formará la universidad?Sin ir muy lejos, esto no sucede en la primera universidad privada del país, si tomamos a bien esto como un ejemplo de excelencia académica.(i) Este ejemplo pone con claridad de que el pago de las derechos académicos no genera ningún "derecho" sobre determinar el profesor del curso a llevar. Existe sí el derecho del estudiante, de recibir por parte de la institución una formación de calidad, acorde a los estándares nacionales e internacionales si fuese el caso; y para ello creemos que debe defenderse el derecho a la tacha del docente.(ii)Pero esto no implica la nefasta idea de que tenga la potestad de decir quiero a tal o cual profesor. Imagínese ¿qué sucedería con los programas de Titulación Profesional que existen en varias universidades si los egresados por el mero hecho de pagar tienen el derecho de definir sus profesores? Una percepción así, proviene sólo de aquel que cree que la universidad o la escuela profesional opera como si fuese un mercado de pescado.Es decir, de aquellos que asumen la idea de un consumidor que en búsqueda de su propio bienestar, toma decisiones de consumo tal que garantiza la eficiencia paretiana del sistema (y que algunos desentendidos piensan que esto es condición suficiente de la excelencia académica). Pero, ¿cuál sería la racionalidad del estudiante?, ¿maximizar conocimientos?, ¿maximizar calificaciones? o ¿maximizar el número de créditos a aprobar? Puede ser la primera, la segunda u otra cualquiera, porque dichas racionalidades existen. Pero, justamente porque existen estudiantes que poseen una racionalidad de maximizar créditos aprobados o calificaciones antes que los conocimientos y la preparación en sí, estos tenderán a buscar profesores que les signifiquen restricciones más flexibles para alcanzar sus objetivos, tal que le permitan ubicarse en la mejor posición posible en la escala de sus preferencias.Y en una universidad, donde el cuerpo docente está dado y es heterogéneo, estas decisiones conllevarán a resultados que no son concurrentes a los objetivos y la naturaleza de una institución universitaria seria. Entonces, para evitar estas conductas perversas y la institucionalización de la mediocridad mediante el facilismo en la formación académico - profesional, deben existir Direcciones, en caso contrario, ¿cuál sería el sentido de estas?, o ¿es tal cual se muestra en el contenido del e-mail mencionado líneas arriba? Se necesita, para contrarrestar estas fuerzas perversas, que quienes gestionan las unidades académicas; institutos de investigación, escuelas profesionales y departamentos académicos, sean profesores con un perfil o una trayectoria académica, que tengan claro los principios y la naturaleza de la universidad.(iii) La solución de esto, pasa por ver cómo se eligen estos directores, debería ser por un proceso meritocrático y no electoral. Menos aún, debe existir la posibilidad legal de encargaturas indefinidas. La nueva ley universitaria que se debate en el Congreso de la República debiera contemplar estos puntos. ¡La elección universal del Rector y del Decano no basta!Porque si una autoridad da pase a las demandas de los estudiantes tal cual se señala en el e-amil del amigo profesor mencionado, será de aquellos que piensan la universidad como si fuese un mercado de pescado, donde el comprador se lleva aquel que más le gusta, la cantidad que desea según sus posibilidades económicas y sus gustos. Sin embargo, la educación universitaria no tiene esa naturaleza. Así, como Rober Solow señalaba que el mercado de trabajo es una institución social, pues el trabajo es mucho más que un bien económico; igual la universidad es una institución, y en este caso no solamente social, sino además cultural, académica y cientifíca; que está muy lejos de las preferencias de aquellos estudiantes que buscan minimizar sus costos de formación incurriendo en el facilismo académico aprovechándose de la precaria institucionalización de la autoridad académica en la universidad y de la lamentable heterogeneidad académica de los profesores.(iv)Si esta práctica persiste, su alcance sobre el estatus y el perfil de ingresos futuros de los egresados de las universidades que tuvieran estas conductas, se verán afectados negativamente, además del importante valor agregado que brindarán los profesionales a la sociedad. -----------------(i) Según rankings internacionales, la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ver: http://www.topuniversities.com/university-rankings/latin-american-university-rankings/2011(ii) Este derecho existe por la heterogeneidad docente y la falta de institucionalización del examen único, y sólo procede bajo argumentos de falencias académicas, inasistencias y faltas graves por parte del profesor.(iii) Recuérdese que los estudiantes que ingresan a las universidades peruanas provienen de un sistema educativo que se encuentra entre los peores del mundo. Ver: http://azkopeuk.blogspot.com/2010/12/rendimiento-escolar-en-el-peru-segun.html.(iv) SOLOW, Robert. El mercado de trabajo como institución social. Madrid: Alianza Editorial, 1992.