Hay lecturas q tienen el efecto de desear ponerme a escribir. Se lo comentaba a mi amor en esa relación enrevesada que mantenemos, un juego de distancias, un juego que Carlos Lechuga entendería y entenderá mejor cuando llegue a viejo.
En esta ¿novela? Carlos habla de sí a través de sus obsesiones: cine, sexo, Cuba. Hasta en esas entrevistas que nos regala, es Carlos quien se dibuja. No se canta y se celebra; se atormenta, con esa insolencia de los jóvenes para creer que los cuarenta son el fin de todo. Escribe de lo que mejor conoce, que es sí mismo, y emerge imperfecto pero creíble, y disculpo ante su sinceridad cualquier defecto.
Esto no es una crítica literaria, el libro me gustó pasada la trampa que nos avisa que lo que vemos puede o no ser, que realidad y ficción borran los límites para este obseso que escribe mientras espera reunir dinero para su próximo proyecto de cine.
Mata y escribe, Carlos Lechuga. El cine vendrá. Cuba vendrá (o se irá). En cuanto a tu otra obsesión, Pfizer te la tiene resuelta.