Trazado leído el 21 de agosto de 2015 en el 8° Coloquio de la Confederación Interamericana de Masonería Simbólica (CIMAS), reunida en Cajamarca, Perú. Por Iván Herrera Michel
Mis QQ:. HH:. Recientemente he leído un libro que me pareció muy interesante con el sugestivo título de “El Año del Verano que nunca llegó”, publicado hace unos tres meses por el escritor colombiano William Ospina.
QQ:. HH:. Recuerdo que Charles Porset, unos de las más importantes referentes intelectuales del Gran Oriente de Francia de los últimos tiempos, un mes antes de pasar al Oriente Eterno en el mes mayo de 2011, me aseguró muy rotundamente que en resumidas cuentas el fin y el objeto de la Masonería es “la realidad”. En verdad, la Masonería y los Masones deben ser juzgados por como iluminan sus entornos. Como lo perciben, como lo sienten y como se implican. Esta característica es uno de los factores más importantes a la hora de crear atmosferas y de crear connotaciones. La Masonería progresista provoca en la sociedad conciencia y genera emoción. Diseña lenguajes y planteamientos y reclama cuidados, comunica y ofrece la ventaja de ser universal. La Masonería tiene como misión trabajar sobre algo tan sorprendente como es la humanidad, que ha llegado a Plutón con una cajita ingeniosa no más grande que un piano de sala y que descubrió un planeta en donde al parecer puede vivir con la imprudente condición de que viajemos durante 14 millones de años, pero no ha podido erradicar la producción mezquina de sufrimiento en su seno. Lo primero que se observa de la humanidad es que no es simétrica en su compromiso público, ni en su conciencia social ni en sus preocupaciones acerca de cómo favorecer un proceso sostenido de bienestar para nuestro planeta. Un ejemplo actual nos lo puede ilustrar: Aunque el contagio del SIDA ha disminuido en el mundo, ahorrándose en consecuencia unos 15.000 millones de dólares en costos médicos, así como una importante disminución de dolor y sufrimiento, al día de hoy unos 12 millones de niños han perdido a sus padres por el Sida. Según las Naciones Unidas, 370.000 niños menores de 15 años se infectan cada año por el virus, lo que equivale a que 6 niños son infectados por minuto. África posee el 90% de los niños seropositivos del mundo y el acceso a los servicios de salud, educación o refugio es muy difícil para ellos, si no imposible. El francés Pierre Bourdieu, uno de los investigadores sociales más importantes de la segunda mitad del siglo XX, determinó que existe una relación real entre pobreza y Sida, con todo lo que eso genera. Mientras tanto, observamos con estupor la lucha de los africanos y brasileros, hace unos diez años, contra las farmacéuticas internacionales, la Organización Mundial del Comercio y algunos gobiernos de Norteamérica y Europa, para brindar drogas a precios razonables a millones de infectados. De acuerdo con la ONU, tan sólo US $3.000 millones harían posible una guerra real contra el Sida en África —la mitad para prevención y la mitad para asistencia básica— una suma igual al aporte militar anual de Estados Unidos a un Israel que quiere convencer al mundo que está librando una guerra de autodefensa y que su propia existencia está amenazada cuando en realidad es la única potencia nuclear del medio oriente. En contra de lo que sería dable esperar de una Palestina sometida cada tres años a un genocidio no sueña con un nuevo Saladino sino que apela a la justicia penal internacional. Cuando es elegido Presidente de Chile Salvador Allende, Kissinger declara: “No tenemos por qué aceptar la irresponsabilidad de un pueblo”, y organiza un derrocamiento que acabó en la implantación de una dictadura que arrojó decenas de miles de muertos y un exilio masivo de chilenos que aún encontramos regados por medio mundo. El ejemplo más reciente de lo absurdo de cómo funciona la humanidad lo tenemos en Grecia. El 26% de su deuda pública está conformada por compra de equipo militar en los últimos veinte años. Posee más vehículos blindados que Alemania, Francia e Italia juntas, y tiene cinco veces la cantidad de soldados per cápita de España. ¿Qué solución le da el Fondo Monetario Internacional y sus paisanos de Europa que le vendieron las armas? Pues nada más y nada menos que recorte el gasto social en salud, educación y pensiones, pero que cumplan con sus deudas militares. Lo curioso del caso, es que existe una relación directa entre neoliberalismo y cárceles: a mayor política neoliberal en un país, mayor población carcelaria. Si queremos educar para que reine la democracia, la libertad, la igualdad, la fraternidad, la laicidad, la universalidad del hombre, el respeto mutuo, y la tolerancia —cuyas ausencias conducen a altos niveles de violencia— debemos primero crear un contexto en que estos valores sean fácilmente asimilables, y en el que no exista el peligro de que su introducción se convierta en nuevos Caballos de Troya que vehiculicen renovadas formas de colonialismo por parte de quienes poseen la mayor responsabilidad en la construcción de los indicadores sociales.
Agosto 21 de 2015 (E:.V:.)