La “venecia” de la pobreza

Por Los Viajes De Milu Miguel Y Lucía @losviajesdemilu

El barrio marginal de Makoko está situada en una laguna en el borde del Océano Atlántico, a un tiro de piedra de los edificios modernos que componen Lagos, la ciudad más grande de Nigeria y el principal centro comercial e industrial. En este vasto tugurio sobre el frente de agua, junto al tercer puente más largo del continente de unos 10 km de largo, decenas de miles de personas viven en tambaleantes casas de madera alzándose sobre hendiduras. No existen registros oficiales del censo, pero las estimaciones sugieren que unas 150.000 a 250.000 personas viven allí.

Makoko solía ser un pequeño pueblo pesquero construido por los pescadores que venían de Benin para hacer dinero, hace más de cien años, antes de que se convirtiera en un asentamiento urbano de un kilómetro cuadrado construido ilegalmente. La población actual se compone principalmente de trabajadores migrantes de países de África occidental, tratando de ganarse la vida en Nigeria. El agua aceitosa de color negro ya no es apta para la pesca; este emite un olor desagradable, y una gruesa capa de espuma blanca se reúnen alrededor de los pilotes de las chozas.

Durante décadas, los residentes de Makoko no han tenido acceso a la infraestructura básica, incluyendo agua potable, electricidad y eliminación de residuos, y son propensos a los riesgos ambientales y a los problemas de salud graves. Letrinas comunales son compartidos por unos 15 hogares y las aguas residuales, excremento, residuos de cocina y bolsas de polietileno van directamente al agua debajo de donde viven. La única manera de obtener agua potable es comprar a los vendedores que lo consiguen desde perforaciones. El gobierno no proporciona agua gratis para los residentes de Makoko. De hecho, el gobierno no quiere que los residentes de Makoko sigan viviendo allí. En julio de 2012, el gobierno se precipitó en la comunidad costera de baja altitud y demolió muchas de las casas flotantes y otras estructuras ilegales. Los funcionarios citaron problemas de salud y el saneamiento, pero algunos lugareños sospechan que la motivación subyacente es el deseo de vender el área lucrativamente a promotores inmobiliarios.

El clamor de los medios de comunicación tras la demolición y la protesta de la comunidad llevó al gobierno estatal a anunciar un plan de regeneración para proporcionar alojamiento a 250.000 personas y oportunidades de empleo para más de 150.000. Recientemente, un equipo de arquitectos diseñó una escuela flotante construido a partir de barriles de plástico que tiene espacio para salones de clase, así como zona de juegos.

Miguel

Imágenes: yannarthusbertrand2.org y Devesh Uba