La venus de las pieles

Publicado el 21 mayo 2014 por Juliobravo

David Serrano y Coté Soler me hablaron en noviembre pasado de «La venus de las pieles», una obra de David Ives que se estrenó en Nueva York a finales de 2011. Allí la vio David, que se quedó enamorado de la función -su protagonista femenina, Nina Arianda, obtuvo el Tony a la mejor actriz-. El texto me parece extraordinario; se trata de un apasionante y divertido juego de seducción entre un director novel y una joven y resuelta actriz, que se presenta para interpretar a la protagonista de la obra que prepara aquél: «La venus de las pieles». 
Juega la obra en dos niveles: Vanda y Diego (la actriz y el director), y Kushemi y Dunayev, los dos personajes a los que interpretan en la audición de la primera. Entre ellos se va trenzando un juego singular donde atracción, deseo, admiración, misterio, hechizo, dominación y fascinación son las fichas que cada uno de ellos emplea según el momento. Los divertidos compases iniciales van derivando hacia una morbosa y desasosegante relación en que el dominador se convierte en dominado y viceversa. «Y el Señor lo atormentó y lo puso en manos de una mujer», se dice en la obra. No hay que olvidarse de que el punto de partida de la obra es la novela «La venus de las pieles», de Leopold von Sacher-Masoch, que dio nombre al masoquismo.
David Serrano ha construido un espectáculo sugerente, apoyado en un bello y evocador espacio escénico de Arturo Martín Burgos -estaría mejor en un espacio más íntimo que el Matadero-. La esgrima verbal, hiriente y acariciadora al tiempo, que plantea el autor está muy bien resuelta; hay pulso y tensión, aunque hay algún momento de decaímiento, especialmente cuando los personajes toman la palabra.

El trabajo de Clara Lago y Diego Martín es extraordinario. Sin embargo, creo que la actriz no es la intérprete más adecuada para este texto. No le falta talento y calidad, y su arranque, arrebatado y frenético, es brillante y genera numerosas carcajadas. Pero creo que su personaje necesita a una actriz de mayor poso; Clara Lago tiene todavía, a sus veinticuatro años, un aspecto aniñado y frágil, y Vanda -así lo veo yo, al menos- es una mujer magnética e imponente. A su lado, Diego Martín viaja desde la seguridad inicial hasta el rendimiento final.


La foto es de Luis Alda