La verdad, a pedir de Bocas

Publicado el 26 julio 2015 por Solano @Solano

Rectificación de la revista Bocas y la oferta de disculpas a los lectores

Los que se despertaron temprano con la habitual lectura de la revista Bocas, que circula con El Tiempo, se encontraron con uno de esos episodios que nunca queremos vivir los que hemos sido reporteros o editores y directores de un medio: Sufrir un error garrafal y, además, salir a exponerlo públicamente como parte de la reparación que hay que hacer.

La comisión de errores es algo de lo que difícilmente podemos escapar los que hemos trabajado en medios de comunicación. Muchas cosas pueden incidir para que los cometamos. Aunque nadie quiere equivocarse, la posibilidad siempre existe. A veces es la desconcentración, a veces la omisión de detalles, a veces la incomprensión de los datos que nos hacer interpretar otras verdades, a veces ‘el diablito de la imprenta’ se aparece borrando palabras, frases o hasta párrafos enteros. En fin, muchas cosas pueden pasar y de eso depende la magnitud del yerro.

Los errores menos graves tienen que ver con la forma. Me refiero a la ortografía, la sintaxis y a veces la omisión de detalles cabe en esta categoría; de un nivel medio de gravedad pueden estar la imprecisión en los datos o los datos errados completamente; un escalón más arriba están los errores de criterio en los que la interpretación de la información nos puede llevar a tomar decisiones en la postura y exposición del mensaje que estamos construyendo y si esa visión es errónea, puede causar mucho daño. Y en la cima de los errores están, para mí, los de carácter ético porque ahí sí que se causa un daño no solo a las fuentes, a los lectores y al medio de comunicación, sino a la verdad.

En esta oportunidad, la revista decidió publicar una carta de Olga Beatriz Acosta, directora de comunicación sectorial del Ministerio de Defensa, en la que en resumidas cuentas muestra su indignación y pide rectificación inmediata de una entrevista que le hizo el periodista Jorge Quintero al en ese momento saliente ministro de la cartera, Juan Carlos Pinzón.

En la carta que puede leer aquí en esta imagen, Acosta pide rectificar dos puntos fundamentales:

  • No es cierto como dice el texto, que el presidente Santos sea padrino del hijo del ex ministro Pinzón.
  • No es cierto que hubo un atentado a su padre el coronel Rafael Arturo Pinzón, pero sobre todo no fue cierto que el periodista le hiciera personalmente la pregunta al ex ministro y, por ende, jamás existió una respuesta positiva como la que presuntamente habría dado: “Sí, le hicieron un atentado, pero no le pasó nada porque iba en un carro blindado”.

Según deja ver la funcionaria, tuvo algunas comunicaciones con el periodista antes del cierre editorial y en una de ellas le habría trasladado la pregunta al Ministro que habría negado tal versión. A pesar de ello, y de haber recibido la respuesta, Quintero decidió omitir esa comunicación y publicar la versión con la pregunta y la supuesta respuesta afirmativa.

Carta del Ministerio de Defensa a Fernando Gómez, director de la Revista Bocas

La decisión del medio luego de verificar los hechos y confrontarlos con la versión del periodista fue despedirlo, corregir la versión digital (que ya no tiene los errores) y publicar la nota que aquí aparece dentro del marco amarillo y que sale al lado de la carta del Ministerio.

Se podrán preguntar ustedes si se justificaba todo el escándalo, si el error era grave o no y si, finalmente, era justo despedir al periodista. Los invito a cada uno de ustedes a que opine al respecto; yo solo he mostrado los hechos como los he visto e interpretado (también podría estar equivocándome) y me permití hacer esa taxonomía incompleta de los niveles de errores en el periodismo.

¿Habría un error en el proceso de edición que ha debido verificar la información entregada por el periodista? En mi humilde opinión, como editor hay concentración en otros aspectos como la forma y en cómo se da el enfoque de la historia para que sea comprensible, deliciosa de leer, pertinente para le lector y contundente en la novedad. Normalmente se da por descartado que la verdad es inherente al relato y cuando hay algo demasiado evidente, se le pregunta al periodista si se confirmó tal o cual dato. Hoy, un episodio como este me genera el pánico de que aquellos datos que se ven normales, blancos y transparentes, podrían ser en cualquier momento potenciales mentiras.

Este incidente recuerda inmediatamente la historia de Stephen Glass, el ex periodista de la revista estadounidense The New Republic, que fue despedido por escribir artículos falsos. Tal vez ustedes recuerdan la película que contó su historia: Shattered Glass, ‘El precio de la verdad’ en español).

Ojalá también apareciera el periodista Jorge Quintero y nos diera su versión de los hechos, si reconoce ésta como la cierta o si por el contrario considera que estamos omitiendo, ampliando, cambiando lo que en verdad ocurrió.

En todo caso sé que hay dolor en todos los implicados. Seguramente hay mucho dolor en Quintero, como sé lo que debe haber en Fernando Gómez, director y en Mauricio Silva Guzmán, el editor. Pero ojalá todo ese dolor se convierta en reflexión sobre este difícil oficio, el más escrutado de todos en el planeta, en el que los errores alcanzan dimensiones más grandes que en otros quehaceres ya que su propia naturaleza le da una exposición a miles y a millones de personas muchas veces que nos metemos a opinar.

Los errores son parte del oficio, como parte del oficio es siempre estar intentando atenuar los factores de riesgo para que aparezcan.