Y otra idea –¡no tiene desperdicio este librillo!– es la de “hablar como es debido”, ya sea en diálogo –que no monólogo– particular o grupal. Barlow nos habla de la obligación de ser claros, elemental cortesía hacia los receptores de nuestro mensaje y sana exigencia frente a nosotros mismos. Hablar es movilizar todos los recursos para enriquecer al otro (…). La palabra, como todo lo que une a los hombres, tiene algo de sagrado y no se puede prostituir. Precioso, ¿verdad?
Concluimos la entrada con una frase y un deseo. La frase pertenece al escritor Romain Rolland y nos incita a amar a la verdad –o a esa verdad que es su búsqueda, y perdonad la intromisión– más que a nosotros mismos y a los otros más que a la verdad, lo que es todo un himno a la tolerancia que evitaría muchos disgustos a la humanidad, amén de ser viento propicio a su avance. Cuanto al deseo, algo personal, es sencillo: que no se nos olvide, como individuos y como seres inteligentes que nos dirigimos a otros seres inteligentes (para empezar, a través de este Blog), lo defendido en esta entrada, pues la verdad está ahí fuera –fuera de nuestro alcance– y, si es lícito fomentar el espíritu crítico en los demás, no lo es fomentar el de la grabadora sin autonomía, ni criterio, ni futuro, que nos recibe más que nos escucha.
Saludos