Después del éxito de Purga, de Sofi Oksanen (2011), Salamandra sigue apostando por la nueva narrativa finlandesa con La verdad, segunda novela de Riikka Pulkkinen, llamada a consolidar a la autora y a darla a conocer en el panorama internacional -se ha traducido a quince idiomas-, después de conseguir el aplauso de la crítica y una gran acogida por parte del público en su país de origen. Nacida en 1980, Pulkkinen cursó estudios de Literatura y Filosofía en la Universidad de Helsinki, un bagaje cultural que se nota en su obra. Con La verdad me he acercado por primera vez a la literatura finlandesa, una toma de contacto que no ha podido ir mejor.
En realidad, lo que narra la autora en esta novela no es particularmente original, pero, como suele ocurrir, consigue brillar gracias a la forma en la que está escrito,
La verdad es una novela sobre el universo familiar, el amor, la pérdida y los traumas del pasado, pero también sobre los pequeños acontecimientos cotidianos, las costumbres que hacen la vida más agradable y nos acercan a los demás. Pulkkinen apuesta por una estructura compleja, que alterna pasado y presente desde diversos enfoques, sin que el ritmo decaiga en ningún momento. En la trama situada en la actualidad, el asunto central es la forma de enfrentarse al fallecimiento de un ser querido, cómo cada uno (marido, hija y nietas) recuerda su vida e intenta reconstruirla sin la presencia de Elsa. En relación con la historia de Eeva, en los años sesenta, cabe destacar que, además del argumento vinculado a la familia, la autora utiliza numerosos referentes históricos y culturales para contextualizar la época (modas juveniles, mayo del 68, mención al conflicto de Vietnam); se ha hecho un gran trabajo para condensar muchas ideas en apenas trescientas páginas sin que ninguna resulte superficial.
¿Y qué tiene de especial
Sin embargo, en lo que Pulkkinen me ha ganado del todo es en su habilidad para expresar las emociones, la introspección, el dolor. En ocasiones los ambientes y los propios protagonistas se muestran fríos, pero la prosa respira, cautiva al lector línea tras línea, hace hermoso lo trivial, redescubre con delicadeza y profundidad los lazos familiares, denota inteligencia y una gran destreza para fijarse en los detalles. Por si fuera poco, resulta de lo más entretenida; no me parece una obra especialmente difícil de leer. En fin, hay muchas novelas sobre la familia, pero no todas están tan bien contadas, ni tienen esta personalidad, ni conmueven tanto como La verdad. La autora publicó esta obra a los treinta años, pero os aseguro que de narradora inexperta tiene poco. Espero que Salamandra siga apostando por ella y continúe con la traducción de sus otros libros; la buena literatura debe tener un espacio en el mercado.
Por último, tengo que reconocer que hay un motivo más por el que me ha conquistado: es exactamente el tipo de novela que me entusiasma leer, una historia realista sobre temas cotidianos, intimista, con protagonistas interesantes, escrita con pulcritud, que rebosa sentimiento sin ser sentimentalista (lo mismo me ocurrió cuando leí La amiga estupenda, de Elena Ferrante, otra maravilla). Cuando me sirven un plato que me gusta tan bien cocinado como La verdad, solo me queda rendirme ante Pulkkinen y desear que siga cultivando su talento, porque puede escribir obras muy grandes.
Acompaño la reseña de unas fotos de Helsinki, donde transcurre la mayor parte de la historia.