VENDEDORES DE HUMO “Se atrapa antes a un mentiroso que a un cojo”, Refrán popular Cada persona tiene una relación única con la mentira. La más íntima es la que conocemos como autoengaño. Solemos ponerlo en práctica a menudo por miedo al potencial conflicto y por el dolor que nos produce reconocer nuestros propios sentimientos y emociones. E invariablemente, las mentiras que contamos a los demás son un reflejo de las mentiras que nos contamos a nosotros mismos. Se trata de una inercia tan sutil como perjudicial que ponemos en marcha desde la infancia. Mentimos y nos mentimos para eludir las frustraciones que nos causa nuestra realidad. Nos engañamos a nosotros mismos y a los demás cuando no somos capaces de afrontar las verdades que nos contrarían. Y también cuando nos ciega el interés para conseguir un objetivo concreto. A lo largo de la historia, las mentiras han causado muchas bajas. Han truncado carreras, destrozado relaciones, causado guerras. Son la causa de la mayoría de grandes escándalos. Sin embargo, vale la pena matizar los distintos tipos de mentira que utilizamos, pues no todas son iguales ni acarrean las mismas consecuencias. Según el diccionario, mentir es “decir algo que no es verdad con intención de engañar”. Pero también es “cualquier manifestación contraria a lo que uno sabe, cree o piensa”. Esta definición contiene todas las formas de mentira. Y eso incluye la omisión de información.
LA POLÍTICA DE LA HONESTIDAD “Ningún legado es tan rico como la honestidad”, William Shakespeare Cuando practicamos la honestidad no tenemos que preocuparnos de prestar atención a la versión de la historia que estamos explicando, ya sean anécdotas jocosas o cosas importantes que nos hayan sucedido. Los exponemos tal y como permanecen grabados en nuestra memoria. Pero cuando mentimos tenemos que permanecer alerta, controlando cada palabra que sale de nuestros labios para que resulte creíble y veraz. Lo cierto es que cuanto más nos enredamos en el complejo telar de las mentiras, más difícil resulta evitar los deslices que pueden terminar por dejarnos al descubierto. Resulta casi imposible controlar las distintas versiones de la misma historia que hemos contado a cada persona manteniendo una cierta coherencia. El punto culminante de ese malestar llega cuando nos pillan mintiendo ‘in fraganti’. En ese momento perdemos mucho más que nuestro disfraz. Perdemos la confianza que la otra persona ha depositado en nosotros, agrietando los cimientos de nuestra relación. Dependiendo de la gravedad de la mentira, esa grieta provoca que aquello que llevamos construyendo durante tanto tiempo quede reducido a escombros. Resulta una lección devastadora. No en vano, la confianza es la base sobre la que se edifican las relaciones humanas. La intensidad y profundidad de nuestra relación con otra persona tiene que ver con nuestro nivel de confianza en ella y viceversa. Es un tesoro frágil, y el principal daño colateral de toda mentira. Para verificar esta premisa, no tenemos más que recordar cómo hemos reaccionado y de qué manera nos hemos sentido cuando una persona cercana nos ha engañado. Eso sí, cabe apuntar que en ocasiones, somos en parte responsables de las mentiras que nos cuentan. La falta de tolerancia, la rigidez y la inflexibilidad que a veces mostramos dificulta la transparencia en nuestras relaciones. De ahí la importancia de apostar por el respeto como política para favorecer la honestidad. Si aspiramos a cultivar relaciones sanas y sólidas, tenemos que aprender a encajar verdades dolorosas. Es el precio de la autenticidad. Llegados a este punto, vale la pena recordar que la mentira hace daño a quien la escucha pero siempre hiere más a quien la pronuncia, pues eso la convierte en una persona poco íntegra, indigna de confianza y tremendamente irresponsable. Si queremos romper esta inercia, tenemos que empezar por cuestionarnos cuál es el peso que ejercen las mentiras en nuestra vida. En última instancia, nuestra relación con las mentiras –es decir, con qué frecuencia la utilizamos y qué resultados obtenemos– es un buen indicador de nuestro grado de responsabilidad y madurez. Y cada vez que aparezca la tentación de bailar al son de las musas del carnaval, preguntarnos: ¿Qué ganamos cuando mentimos? Y sobretodo… ¿Qué estamos dispuestos a perder?
En clave de coaching
- ¿Para qué miento?
- ¿Qué resultados obtengo cuando miento?
- ¿Qué resultados obtendría si fuera más honesto?
- ‘Sobre verdad y mentira’, de Friedrich Nietzsche (Tecnos)