La verdad y la mentira

Publicado el 12 diciembre 2016 por Jcromero

¿Tenía razón aquel hombre cuando afirmaba que los periódicos solo publicaban dos verdades: la fecha y el precio? Aunque la información objetiva no exista y sea aconsejable recurrir al escepticismo y al contraste, hay que reclamar la presencia de un periodismo de calidad comprometido con el rigor informativo, la democracia y las libertades. Mientras tanto, y siempre, es necesario dedicar un tiempo a pensar sobre aquello que leemos o escuchamos. Porque sabemos que poca verdad nos será revelada en los medios tradicionales o en los alternativos, estamos obligados a aplicar una dosis de análisis crítico a toda la información y opinión que nos llega.

Desconozco si aciertan quienes afirman que la sociedad de la información y el conocimiento ha sustituido a la sociedad industrial pero, ¿no será que la información ha sido comercializada? Independientemente del soporte, la noticia debiera estar contrastada antes de ser publicada, pero las empresas dedicadas a la información parecen más interesadas en la rentabilidad económica y la propaganda partidaria que por el rigor de lo que publican. Los titulares falsean la realidad, los editoriales tienen demasiado sesgo y las tertulias políticas son todo un espectáculo. El caso es que entre todos retuercen la realidad hasta enmascararla y hacerla irreconocible.

Si no caben sorpresas en el panorama informativo aún resulta más desolador el sistema educativo cuando prioriza formar trabajadores en vez de ciudadanos capaces de interpretar la realidad y construir justicia social. Se precisa un sistema educativo que en vez de orientar a los estudiantes en cómo deben pensar les enseñe a pensar por ellos mismos, de manera libre y les capacite para desenmascarar los enredos, demagogias e invenciones a los que serán sometidos.

Se afirma que, en la actualidad, quien no se informa es porque no quiere,, pero hay tanta información que es complicado elegir el canal adecuado y dedicarle algo de tiempo a su necesaria digestión. Por otra parte, como la información publicada en ocasiones está cuidadosamente adulterada,se hace indispensable una lectura crítica. Dos evidencias: el periodismo, aunque pudiera serlo, no es un servicio público y el periodista trabaja para la empresa que le paga. En consecuencia, hay que dejar de buscar el mirlo blanco y reconocer que la objetividad informativa es una cosa irreal, una entelequia. Somos nosotros quienes debemos poner los filtros, las prevenciones y el espíritu crítico.

Para hacernos más digerible la mentira, nos embaucan con eso de la posverdad. El vocablo en cuestión, que define el discurso político más cínico y triunfante de los últimos meses, no deja de ser un concepto eufemístico para constatar que nos siguen engañando y certificar que la verdad cada vez importa menos. En este país aceptamos que medios y políticos nos mientan y votamos por un partido que nos miente de manera permanente. ¿Algún problemas? Nos imponen la mentira como una camisa de fuerza de la que no sabemos zafarnos. Tal vez tuviera razón aquel hombre cuando advertía de las mentiras de la prensa, pero ¿tenemos un problema con la verdad periodística y política o lo tenemos con la verdad en general?

Es lunes, escucho a Albert Sanz:


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