"La verdadera derecha es el PSOE". La frase se la decía en Sevilla, a la sombra de las Setas de la Plaza de la Encarnación, uno de los acampados del Movimiento 15 M a otro, que lo negaba. El fustigador del PSOE ganaba el debate de calle porque aportaba argumentos sólidos: "¿Quién ha desmontado el Estado de Bienestar? ¿A quien votan los grandes empresarios españoles? ¿Quién es el amigo de Botín? ¿Quién está enriqueciendo más que cualquier otro presidente a los banqueros?" Y agregaba: "Si es cierto que la mentira es de derecha, ¿hay alguien en la política española que mienta más que Zapatero?
Cuando el otro le respondía con otra pregunta: ¿Acaso Zapatero es más de derecha que la "Espe" (por Esperanza Aguirre)? El joven despeinado de la camisa naranja le respondió: "Mucho más. Hay que ser muy de derechas y muy chorizo para hacer pagar la factura de la crisis que él mismo ha alimentado a los trabajadores, a los pensionistas y a los funcionarios, como ha hecho Zapatero".
Los debates en las plazas del movimiento "Democracia real ya" son fascinantes, quizás porque son frescos y auténticos. Nadie quiere derrotar al adversario porque se desarrollan entre amiguetes y con buen rollo, pero las ideas fluyen sin trabas, sin disimulo, con toda su carga dirigida al cerebro: "Una vez leí que nada es tan de derecha como la mentira y cuando veo las mentiras de Zapatero sé que él es peor que un facha, aunque disimula y engaña para ocultar su verdadera naturaleza. ¿Acaso crees que cuando nos apoya con sus declaraciones es para otra cosa que para asfixiarnos?"
El interlocutor de la camisa negra estaba cediendo porque dijo "Debes tener algo de razón porque los cabro... del PSOE, los muy hipócritas, llevan muchos años sin hacerle caso a los desgraciados y ahora, cuando nos ven ocupando las plazas y calles, se ponen de nuestra parte". El de la camisa naranja respondió" "La hipocresía y la utilización del odio colectivo también son vicios genuinos de la derecha fascista y en eso los Zapateros, los Pepiños y los Rubalcabas son grandes maestros". Y concluyó: "Zapatero es tan fascista que ni siquiera respeta la ley vigente. Actúa como el mismo Hítler y ahora se rie de la Junta Electoral Central".
Entonces cometí el error de intervenir en la conversación, lógicamente, colocándome del lado del anti-Zapatero porque yo también pienso que Zapatero es de la peor especie de fascista, de los que engañan a todos, incluso a sí mismo. Fue un error porque inmediatamente desconfiaron y dejaron de hablar.
Pero el trozo de debate captado fue sustancial y revelador de lo que se fragua en las plazas españolas, donde algunos jóvenes quizás estén construyendo un futuro que difícilmente será peor que la pocilga que nos han construido los Zapatero, Rubalcaba, los Pepiño y, en menor medida, los cobardes de la frustrante oposición española de derechas.
Me despedí diciéndoles que les admiraba y que ojalá ganaran, pero, sin la menor piedad, les lancé un vaticinio: "Esto es hermoso, pero, por desgracia, no tenéis futuro. Esto terminará mal porque ganarán los que entre vosotros están contaminados por la izquierda autoritaria. Los buenos sereis derrotados y el movimiento terminará prostituido por los profesionales de la revolución, gente que todavía es peor que Zapatero".