La verdadera historia de Lord Carnavon: Al patrimonio por el matrimonio

Por Manu Perez @revistadehisto

Tiempo de lectura: 6 minutos

Como decía el economista Cyril Parkinson en su divertidísimo libro Al Patrimonio por el Matrimonio, el deber de todo buen ingles joven, es buscar una mujer con dinero para casarse y mejorar su posición. En su libro daba las reglas para conseguir ese ventajoso matrimonio,  pero el camino era arduo y largo.

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Sin embargo en  el siglo XIX lo tenían clarísimo : un noble arruinado se casaba con una heredera judía y todo arreglado. Los ricos judíos se introducían así en la  más rancia nobleza ( se podía decir que compraban los títulos) y los nobles ingleses remozaban sus muchas veces destartaladas  y polvorientas mansiones y pagaban sus deudas. El matrimonio es un contrato, siempre lo ha sido. Recordamos a Lord Carnavon como el mecenas que contribuyó  desinteresadamente a  que Howard Carter descubriera la tumba de Tutankamon.

La verdadera historia de Lord Carnavon

Un noble, serio, desinteresado y rico inglés, amante de la arqueología, que dedicó gran parte de su dinero a la ciencia. ¡Qué grande era el Imperio! Bueno, veamos la historia tal como fue.

George Edward Stanhope Molineux Herbert , quinto conde de Carnavon, poseía uno de los palacios más grandes de Inglaterra. Se llamaba Highclere y estaba ubicado en el condado de Hampshire. El jardín que la rodeaba tenía nada menos que ¡400 hectáreas!

George había estudiado en Eton y más tarde en el Trinity College de Oxford, estaba acostumbrado a la buena vida, a las fiestas y a  codearse con la nobleza y con la familia real inglesa. Por eso  pidió prestamos sobre sus propiedades una y otra vez hasta que, sin posibilidad de devolverlos, los prestamistas  le concedieron un corto plazo  para pagarles o se quedarían con todo.

Había que buscar una solución: casarse con una rica heredera. No podía encontrarla en la nobleza inglesa: nadie se casaba con un noble arruinado, pero sí entre los ricos judíos que deseaban un título nobiliario.

Comenzó su búsqueda y encontró a la mujer adecuada.  Se llamaba Almina  Victoria María Alexandra Wombwell,  hija del matrimonio formado por Marie Boyer y Frederick Wombwell, un capitán del ejército inglés, pero que en realidad era hija natural del barón Alfred Rohtschild, director del Banco de Inglaterra.

George conoció a Almina en una de las fiestas que daba el barón en su casa. Almina era pequeña ( un metro cincuenta) pero increíblemente hermosa, sus amigos decían que era “una Venus de bolsillo”, pero lo que realmente le atrajo de ella, fue su dinero, no su hermosura.

A pesar de que su padre nunca la reconoció , ni se casó con su madre, incluso cuando enviudó de su marido, Almina era su heredera y su dote  fabulosa: 500.000 libras. ( unos 25 millones de libras actuales) El barón, además de la dote, pagó todas las deudas de Lord Carnavon.

Se casaron en St Margaret’s en Westminster. Ella tenía diecinueve años, él veintinueve. Fue presentada en la corte y la  ilegalidad de su nacimiento se olvidó: cada uno consiguió lo que buscaba. Pero parece ser que George, a pesar de poseer una de la mayores colecciones de desnudos pornográficos, unos 3.000, no era nada adicto al sexo, sus amigos decían que le gustaba más ver que practicar.

Se decía que su hijo era realmente el hijo de su mejor amigo: el príncipe Víctor, hijo del depuesto Marajá de Lahore, un amigo de los tiempos de Eton y que vivía con ellos en Highclere. A pesar del peligro de que el niño naciera con la piel oscura de su padre, algo que la sociedad victoriana no hubiera consentido, tuvieron suerte y el niño nació con la piel clara, ya  su padre era en realidad mestizo. Así que se evitó el escándalo.

El palacio de  Highclere fue remodelado y decorado por Almina con el mayor lujo y volvieron a contratarse los 80 criados que la mansión necesitaba. Otra vez volvieron las fiestas y la vida feliz. George se compró coches caros y veloces y una cuadra de caballos pura sangre: eran su gran afición, aparte de la arqueología.

Un accidente de automóvil que casi acaba con su vida, porque Carnavon no era un precisamente un buen conductor, le llevó accidentalmente  al descubrimiento de la tumba de Tutankamon.

Las graves  heridas que le produjeron el accidente de coche no acababan de cerrar en el húmedo clima de Inglaterra y su médico le sugirió que  se fueran a vivir a Egipto durante los crudos meses del invierno. Allí comenzó su amor por la egiptología, muy de moda en la buena sociedad inglesa.

En 1907 Carnavon se comprometió a  patrocinar, con el dinero de su mujer, evidentemente,  la excavación de las tumbas nobles de  Deir- el Bahri, en Tebas y empleó a Howard Carter como arqueólogo, ya que él sólo era un aficionado Aquella expedición no encontró prácticamente nada interesante.

Siete años más tarde, Carnavon consiguió una concesión para excavar en el Valle de los Reyes y  empleó  a Carter para dirigirla, pero la guerra interrumpió los trabajos que se reanudaron tres años más tarde.

Pasaron cinco años y Carter, para desesperación de Lord Carnavon,  sólo encontraba pequeñas piezas sin importancia. Los tremendos gastos de la expedición, que ya duraba cinco años, habían consumido sensiblemente el patrimonio de Lord Carnavon, que no tuvo más remedio que advertir a Carter que aquel era el último año que podría financiar las excavaciones.

El 4 de noviembre de 1922, a menos de dos meses de acabar el contrato entre ambos, un chico que les traía agua tropezó accidentalmente con una piedra que resultó ser parte de  la escalera que bajaba a una tumba.

Aquella escalera había quedado sepultada por los materiales que los trabajadores encargados de construir la tumba de Ramsés VI habían echado sobre ella dos siglos después. Puesto que aquella tumba, por su sencillez, no parecía le de un faraón,  sino la de un noble menor,  nadie se preocupó por ella.

Aquella circunstancia hizo que la tumba se conservara casi intacta durante tres mil años. Casi, porque  en realidad, antes de que los obreros echaran los escombros sobre ella, había sido profanada dos veces y el 60% de las joyas habían sido robadas.

A pesar de todo,  y de que su tumba  fuera relativamente modesta, porque Tutankamón murió a los dieciocho años y no dio tiempo a preparar una verdadero tumba real, es la tumba más rica jamás encontrada. Entre otras maravillas se encuentra su sarcófago de oro macizo de ¡110 kilos! Carnavon  viajó inmediatamente a Egipto donde Carter le esperaba para entrar juntos en la tumba.

Dicen que cuando entraron en la tumba Carter encontró un sello con la inscripción

“La muerte golpeará con su miedo a aquel que turbe el reposo del faraón”,

pero Carter , que era un arqueólogo muy meticuloso, no describe esta sello, aunque  también es verdad que estas amenazas eran  tan comunes en todas las tumbas reales que puede que  Carter no le diera la menor importancia. Tampoco Lord Carnavon se la dio.

Pero en marzo de 1923, cuatro meses después de abrir la tumba de Tutankamón,  Lord Carnavon murió de una septicemia provocada por la infección de una pequeña herida en la cara debido a la picadura de un mosquito, en una habitación del Hotel Continental del Cairo.

Sir Douglas Reid, que radiografió la momia, también murió dos meses después en Suiza.

El hermanastro de Carnavon,  Audrey Herbert, que estuvo presente en la apertura de le tumba, murió de una septicemia poco después de llegar a Londres y Arthur Mace, el hombre que acabó de derribar el muro de la tumba,  murió en el Cairo poco tiempo después.

Se habló de un posible hongo: el aspergillus Níger, que pudiera haberse depositado  con los años en el suelo de la tumba y removido con sus pisadas. Los periódicos sensacionalistas relacionaron  “la maldición del Faraón” con más de cincuenta muertes, pero muchas veces estas sospechas fueron meros bulos.

Almina, que  vivió hasta los 93 años, acabó sus días en una pobre casita, en Bristol,  arruinada y abandonada de toda su familia. Se había gastado de forma estrafalaria toda la fortuna que su padre le dejó, y sin dinero, no había amigos.

Su hijo Henry, sexto conde de Carnavon,  era muy supersticioso y  toda su vida se sintió perseguido por la maldición del faraón. Aunque casado, se hizo tristemente famoso por sus excesos sexuales, era el azote de las mujeres del condado de Berkshire y en una fiesta fue perseguido por una  jauría de maridos ofendidos que pretendían darle caza como si se tratara de un zorro. Pero a  pesar de su pésima reputación, llegó a ser el amigo favorito rey Jorge V y de la familia real inglesa. ¡Cosas veredes  mío cid!

Autor: Níssim de Alonso para revistadehistoria.es

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Bibliografía:

SCANDOLOUS WOMEN. BLOGSPOT

RETRATOS DE LA HISTORIA: LORD CARNAVON.

NATIONAL GEOGRAPHY. TUTANKAMON, EL ENIGMATICO FARAÓN

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