Mucho más que el deporte, el turismo o las grandes empresas o negocios, la Marca España relevante es la que emana de la historia de este país a través de su rico patrimonio monumental, esparcido por todo el mundo hispano (no en balde España es el segundo país del mundo con mayor número de bienes declarados Patrimonio Mundial de la Humanidad por UNESCO), y de una lengua (la segunda más hablada el mundo) que ha dado lugar a obras de una literatura y hasta de una filosofía que son valoradas históricamente, también en la actualidad, como activos imprescindibles del conocimiento humano. Sin caer en el patriotismo de los demagogos, hay que reconocer que el acervo cultural español ha sido factor determinante en la cohesión y la identidad de muchos pueblos y naciones, sobre todo en América, dada la dimensión global de su compleja y variada riqueza.
No es asumible que, en nombre de la sostenibilidad y la rentabilidad, la cultura se vea fuertemente perjudicada por “ajustes” y “reformas” que la denigran y cercenan su desarrollo. Entre otras razones, porque, como inquiereNuccio Ordine en un librito reciente, “¿acaso las deudas contraídas con los bancos y las finanzas pueden tener fuerza suficiente para cancelar de un solo plumazo las más importantes deudas que, en el curso de los siglos, hemos contraído con quienes nos han hecho el regalo de un extraordinario patrimonio artístico y literario, musical y filosófico, científico y arquitectónico?”
La verdadera Marca España la constituye esa cultura que ha servido para el progreso y expansión del conocimiento, no sólo de los españoles, sino de toda la Humanidad, de cuyo acervo cultural es parte integrante. Una cultura española que ha servido para conocernos, darnos a conocer y conocer al otro, en un enriquecimiento mutuo, emancipador y pacífico. Por eso me siento orgulloso de la cultura española y enamorado de su lengua