En donde no se vive para trabajar, sino, se trabaja para vivir, es indispensable demostrarle al capital humano que el trabajo dignifica, pero no desde la teoría sino desde la practica. Esto significa que la persona no es solamente lo que se ve en el horario laboral, eso es solo una parte de lo que comprende el ser.
En esta sociedad en donde por momentos parece que el mundo quiere cambiar a la personas, es importante demostrar con acciones que la persona puede cambiar el mundo. Si antes se dio a entender que el trabajador intelectual no se atrae con un pancho y una coca-cola, este es el momento en que las empresas y lideres se dejen buscar las revolución de masas para concentrarse en algo mucho mas concreto y lógico como lo es la revolución individual.
Enseñarle al capital humano que aprenda a ser implica darle una guía y herramientas para que pueda sacarle el máximo provecho a su medio y sostén en la vida, su mente. Esto tiene como objetivo colaborar con el enriquecimiento de los conocimientos de la puerta de la organización para afuera. Afuera, en la vida, es donde la persona que se siente incomoda con su trabajo disfruta o no disfruta. Imagínese y haga cuentas de lo que esto ocasiona. El día tiene 24 horas, (hasta que el FMI* quiera), si se trabaja 8 horas diarias, se pierden un promedio de 2 horas en cosas tales como el viaje a la oficina, a la empresa, o horas extras y se duermen otras 7 horas, quedan tan solo 7 horas para hacer lo que mas queremos. En síntesis, pasamos mas horas en el trabajo que en otra actividad.
El trabajo debe ser parte de la vida y esta es una tarea compartida entre el sujeto y la compañía. Aprender a ser significa encontrarnos con nosotros mismos para descubrir nuestra propia identidad y dar sentido a la vida. Encontrarla, en algunas ocasiones puede ser dificultoso para el individuo y es en ese momento es donde debe intervenir el agente externo para acompasar el proceso.
La vida y el trabajo van de la mano en las organizaciones. Como hacen notar los sabios, para la mayoría de la gente es un periodo de trabajo y de decisiones difíciles, acentuada por desilusiones y dolor, y adornada tan solo por unos pocos momentos de placer aquí y allá. Esto es la vida a grandes rasgos, el tema y la metie del asunto es la repuesta que emitimos ante esta situaciones y a quien tenemos al lado para acompañarnos y aconsejarnos. En base a las experiencias de vida dentro de la empresa enseñar a ser ayuda al capital humano a manejarse independientemente y transitar el camino lo mas positivamente posible.
El descubrimiento y fortalecimiento del propio ser se hará cargo de cambiar el rotulo de “personal” por el de capital humano, y, fundamentalmente contribuirá a que el trabajo no sea una tortura o una rutina (en el mejor de los casos), sino que el trabajo es parte de la vida y es un lugar en donde me nutro y enriquezco de lo que obtengo. El sentimiento de agrado o el fastidio por el trabajo son como las nubes, van y vienen, por lo tanto lo apropiado es contagiar ideales para que las personas puedan adaptarse y sobrevivir a cualquier tormenta.
Entonces, no solo lo que se da y se obtiene tiene que estar ligado a aspectos técnicos y específicos de la profesión y el rol que desempeñe la persona, sino que también están en juego los valores y principios que la interacción con los demás integrantes le ofrezcan. En fin, ambas cosas, tanto técnicas como emocionales, son conocimientos que el capital humano incorpora en el proceso de aprender a ser.
Casi sin querer este proceso de colaboración por parte de la organización hacia los integrantes trae beneficios para la compañía ya que cuando el capital humano se siente pleno y lleno en el ámbito que se desempeña es mucho mas fácil y espontáneo el deposito de conocimientos para crear un nuevo valor intelectual.
Pablo L. Belly
pbelly@bellykm.com