Si, tal y como hemos visto, la vestimenta es un elemento de ostentación y muestra de la posición social entre los hombres entre el género femenino es donde la moda alcanza su máxima expresión. Ésta nueva concepción hace que el tipo de vestimenta portado por las damas de la aristocracia evolucione a un ritmo cada vez mayor. Se busca, ante todo, distinguirse entre el resto de grandes señoras de la aristocracia al mismo tiempo que se siguen las “leyes“ del buen gusto.
Los vestidos femeninos sobresalen por su colorido y por la riqueza de sus telas. A partir del siglo XIV asistimos, además, a una auténtica revolución. Nuevamente, el nuevo tipo de vestimenta de moda es asumido por las jóvenes frente a las generaciones anteriores, que se mantienen reticentes ante este tipo de transformaciones. Es así como se populariza la saya. Éste era un vestido de escote redondo que dejaba desnuda la garganta y los hombros, algo totalmente novedoso para la época. Observamos, además, como los vestidos tienden, al igual que en la vestimenta de los varones, a presentar amplias mangas y cuellos rígidos.
En lo referente al tocado vemos como se populariza el hennin, famoso tocado elevado que aparece en numerosas representaciones de la época, aunque esto no evita que sea frecuente el uso de otro tipo de sombreros. Pero, frente a ello, las doncellas prefieren ir en cabellos, con el pelo suelto en una larga melena, en ocasiones adornados con guirnaldas de flores o diademas, lo que mostraba el hecho de que aún no habían contraído matrimonio.
Sin embargo, estos usos en la vestimenta entre las mujeres de clase alta, tal y como señalábamos anteriormente, dependían de lo impusieran los grandes centros de la moda de la época, entre los que sobresale, entre otros, los dominios de Borgoña, cuya Corte marca el estilo de vida en toda la aristocracia de los países cristianos Europa Occidental.
Frente a todo esto no hemos de olvidar a las mujeres de clase baja, las cuales tenían que conformarse con vestidos de telas de mucha menor calidad, de los que se desprendían cuando estos se caían, literalmente, a pedazos.
En la moda, al igual que ocurría con la vestimenta, siempre estaba presente la división estamental que dividía a la sociedad, permitiendo a la aristocracia y al alto clero reafirmarse, de esta forma, en su posición hegemónica. Pero, en la Baja Edad Media, algunos miembros marginados de esta sociedad empiezan a ser conscientes de la injusticia intrínseca de esta desigualdad y a clamar por un cambio. Todo ello lo veremos en el siguiente arículo.