La victoria de Andrés Manuel López Obrador es apenas el primer paso hacia la transformación de la República. La llegada de un hombre distinto, aparentemente honesto y digno a la Presidencia de la República, implicará un cambio radical en las altas esferas del poder y un nuevo contexto para el florecimiento de la sociedad civil. Sin embargo, el futuro de México no dependerá de lo que haga o deje de hacer un solo hombre, sino de lo que luchen y consigan los mexicanos.
Tres grandes tareas se alzan ente los mexicanos: enterrar la vieja corrupción para que no renazca; evitar que la victoria de López Obrador se deslice hacia una dictadura populista y construir con esfuerzo un país justo, próspero y decente.
Lo que acaba de ocurrir en México parece un cambio de rumbo auténtico y no una estafa como las muchas que ocurren en Europa, donde un partido corrupto sustituyó a otro también corrupto o donde un sátrapa podrido como Rajoy es sustituido en el poder por otro sátrapa tan podrido como el y todavía más arbitrario y ambicioso.
El poder en México, durante décadas, estuvo monopolizado por el PRI y más tarde fue compartido por el PAN, pero ambos partidos se alternaron en el poder sin que nada cambiara, salvo los nombres de los que gobernaban. El país seguía siendo un estanque de lodo podrido, violencia, drogas, corrupción, pobreza y muerte.
Es cierto que muchos expertos en Estados Unidos y otros espacios democráticos del mundo han advertido del peligro de que el nuevo presidente se alinee con Cuba y Venezuela y que también muchos mexicanos temen que López Obrador termine sucumbiendo a los vicios eternos de la izquierda y se transforme en un tirano como Nicolás Maduro, Raul Castro o Daniel Ortega, aliándose con países sin respeto a las libertades y derechos como Cuba y Venezuela, pero no es menos cierto que el apoyo masivo de los mexicanos obtenido por López Obrador será un obstáculo para que el nuevo presidente conduzca el país hacia la tiranía. Los mexicanos han votado para acabar con la corrupción y la injusticia reinantes, pero no para que se les imponga un modelo de pobreza y opresión totalitaria. Lo que los mexicanos han depositado en las urnas es el deseo colectivo de una regeneración nacional que incluya una lucha frontal contra los corruptos y un reparto más justo de la riqueza, pero sin olvidar que la meta es la prosperidad y la felicidad de los ciudadanos y el respeto a las libertades y los derechos democráticos.
La responsabilidad de López Obrador es inmensa porque México, el país más poblado del mundo que habla español, va a ejercer una influencia notable sobre el resto de los países de América Latina y si triunfara su nueva cruzada regeneradora, también ejercerá un auténtico liderazgo y un irresistible arrastre sobre todo el continente, incluido Estados Unidos.
Francisco Rubiales
(El vídeo que ilustra este artículo expresa el miedo que existe a que López Obrador sea un tirano camuflado y que pretenda conducir a México hacia una tiranía inspirada en Cuba y Venezuela).