La vida color de Rojo

Publicado el 17 enero 2013 por Santiago Tuñez

Por Cristian H. Savio

“Cuando Independiente gana un campeonato -al fin y al cabo, Dios y sus milagros evidentemente existen- lo primero que hago, en la cancha o en mi casa, es levantar los brazos y los ojos hacia el cielo, abrazándolo a mi viejo a través de todos los rigores del destino, y por encima de todas las traiciones de la muerte”. Eduardo Sacheri tiene el alma pintada de Rojo. Lo deja en claro en ese extracto de su cuento Independiente, mi viejo y yo. Y también, en la primera parte de esta entrevista, dominada por su equipo del corazón. El escritor enfoca su análisis en la realidad del club, el temor al descenso, los daños colaterales del derrumbe en la B Nacional y el legado futbolero a su hijo. Gira la pelota en De Fútbol Somos. Es tiempo de escuchar a Sacheri.

-A dos años de la conquista de la Copa Sudamericana, que evocás en tu libro Aviones en el cielo, cómo vivís esta actualidad de Independiente y el ¿temor? al descenso…

-Aquella conquista de la Sudamericana tuvo mucho de excepcional. Independiente ya venía muy mal, de muchos años. Para los que tengan una mínima lucidez, la decadencia de Independiente viene de muy atrás, década y media te diría, así que fue una excepción, no fue un torcer el rumbo, un recuperar un camino. Pasada esa excepción, las cosas volvieron a ser como venían siendo, un equipo financieramente quebrado; por lo tanto un plantel mediocre, cambios de DT permanentes, sospechas de corrupción institucional. Todo siguió como era, y ahora estamos en un lugar muy lógico, no es mala suerte, Independiente cosecha lo que sembró en los últimos 15 años. En ese contexto, si me preguntás si le tengo miedo al descenso, sí, pero le tengo miedo a otras cosas que ya pasaron y siguen pasando. Quiero ser socio de un club que sea respetable, y ese fracaso ya lo tengo sobre mis espaldas. Independiente era una institución sólida y un equipo temible en la Argentina. Ya no lo es. Cualquier le gana, a All Boys por ejemplo no le pudimos ganar desde que está en la A; Lanús, Banfield, ni que hablar los partidos que nos sacó River en el historial. Me parece que irnos al descenso sería una mancha más dentro de un proceso más completo. Me encantaría evitar esa mancha, pero evitarla no me garantiza nada. Lo que quiero es que mi club vuelva a ser un gran club.

-Fuera de ese análisis racional, ¿cómo lo vivís en cada partido, durante los 90 minutos?

-Lo que pasa es que el sufrimiento de este año en los 90 minutos no es muy distinto al de otros años: no juegan a nada, son jugadores de medio pelo. Por supuesto que puteo en la cancha cuando un tipo no puede dar un pase de tres metros, pero en el partido no estoy yendo a fondo pensando “me voy al descenso”; quizás porque lo vengo viendo desde hace tanto tiempo que quizás me agarra mejor parado que a otros hinchas de Independiente. Con mi hijo es una conversación permanente desde hace más de un año, esto de “mirá que así nos vamos”. Y la reacción de él es “¿cómo nos vamos a ir?”, que es más habitual en un hincha de equipo grande.

Los hinchas de River pensábamos lo mismo…

Creo que el descenso de River si algo enseña al fútbol argentino es que se va cualquiera, todas las especulaciones previas de que River no se puede ir, no es negocio, Grondona dos semanas antes diciendo “me parece River no va a jugar la Promoción”… Ahora, yo no quiero que me pase lo de River, pero no hablo de irme al descenso, sino irme, volver y que no haya cambiado nada. Eso es lo que me parece mal que le pasó a River. En ese sentido, lo que le está pasando a Independiente, el lado bueno, es que me parece que nos estamos refundando de otro modo como club, que creo es la única alternativa a largo plazo. Ese cantito de los hinchas contra la barra brava: “el club es de los socios”, es la única luz de la que me agarro para pensar “vamos por acá”, es una oportunidad que por ahora River no ha capitalizado.

En ese proceso de “refundación”, ¿cuánta importancia tiene la pelea contra la barra brava?

Creo que es una de las dos grandes bases. La otra es la honestidad a la hora de manejar el dinero, porque si vos te peleás con la barra pero no organizás un club financieramente viable, a la larga o a la corta te derrumbas. Pero al mismo tiempo me parece genial lo que está haciendo Cantero con la barra. Cantero y la gente de Independiente. Mi único temor es que en algún momento el fracaso deportivo nos haga desorientarnos y perder de vista que el futuro es ese. A veces escuchás en la cancha “y, pero pelearse con la barra en este momento…”. Relacionan el pésimo momento futbolístico con la pelea contra la barra. Racionalmente no hay ninguna relación. River se fue al descenso con los “borrachos del tablón” en todo su esplendor. No hay relación.

¿Qué significaría irse al descenso, perder la categoría, en la vida cotidiana de una persona?

Creo que, a lo mejor, lo más cercano es un divorcio muy horrible, muy jodido, donde quieras muchos a la otra persona. Si te separás porque querés, harás un duelo mayor o menor, pero eso está bien en el pasado. Mientras que irte al descenso implica un deseo inmediato de regresar, como perder el afecto de alguien sin quien vos no entendés la vida. Un divorcio donde el objetivo que tenés es reconquistar a esa persona. No es que te vas a la B y decís “ahora voy a ser feliz en la B”, querés volver de inmediato. No lo relaciono con una muerte. La muerte es que tu club no juegue más al fútbol, lo que le pasó a Racing, aquella vez de la quiebra, de “ha dejado de existir”. Eso es la muerte en el fútbol. Todo lo demás no. Si te vas, volvés. Una de las grandes cosas que tiene el fútbol es su eterno volver a empezar, que hay otro montón de cosas en la vida que no lo tienen. Es una estupidez que le atribuyamos al fútbol esa cosa trágica, porque así lo hacemos más parecido a la vida. La vida es mucho más trágica que el fútbol.

-El libro está atravesado por la relación padre-hijo a través del fútbol, la cuestión del legado, preguntarte si hiciste bien en entregarle la posta de tu amor por Independiente en esta época de escasez de alegrías, tan distintas a cuando vos heredaste ese amor de tu propio padre…

-Es que para mí está muy bueno ser de Independiente. Yo creo que todos los legados que uno les da  a sus hijos se los da porque cree que están buenos. Si uno lega una lengua, una fe, ciertos valores, ciertos principios políticos, modos de convivencia, me parece legítimo legar el amor por un cuadro. Si no, ¿qué te tendría que haber hecho? Pensar quiénes van a jugar bien en las próximas dos décadas y hacerlo de ese club? Y, con el diario del lunes diría Vélez. Pero no lo sabés. De todas maneras está bueno compartir el cuadro con un hijo, pero también está bueno compartir el amor al fútbol por encima del amor al cuadro. Con mi hijo no solo vemos a Independiente: podemos, cuando no juega el Rojo, disfrutar del juego mucho más porque no está el condicionante del temor a perder o el deseo de ganar, eso está bueno. Y compartir el cuadro te hace compartir un montón de momentos, la vida puede alejarte de tu viejo pero si compartís el amor por un equipo eso es muy fuerte, eso está.Por supuesto que hay un montón de gente que no es hincha del club de su padre, me parece legítimo, pero yo lo volvería a hacer, aun a sabiendas de lo que le venía al pobre pibe.

-Entonces me quedo tranquilo con mi idea de que lo único que mi hijo no va a poder elegir es el cuadro de fútbol…

-Que elija lo que quiera: religión, orientación sexual, profesión… pero el cuadro elegíselo vos. Si uno quiere mucho a un club, tiene que hacerlo de ese club, porque cuando tenga 7, 8 años, y le parezca que sos un padre genial, va a compartir un montón de cosas; pero cuando tenga 17, 18, y piense que sos un pelotudo, por lo menos queda eso en común.