La vida, con más calma por favor.
Los problemas deben agonizar en nuestra mente sin extinguirse, para dejar tras de sí, la huella de la experiencia.
Somos muchos los que hoy en día tienen algún problema, bien sean por estrés, económicos, familiares, etc. Pero también es cierto que la mayoría de la gente cree que no les pueden hacer frente a todos esos problemas y, la mayoría de las veces, no es culpa de ellos. Habría que echarle la culpa a todas esas personas faltas de sentimientos, que se endiosan sin que nadie les reconozca ningún mérito, los que se empeñan en decirte una y otra vez que no tienes nada que hacer, normalmente, es el egoísmo el que está detrás de cada uno de esos agentes infecciosos, véase: Banqueros.
El exceso de trabajo es tan malo, o más, que la falta de él, ¿qué por qué? Porque en los tiempos que corren, el que no trabaja se muere de hambre, pero el que trabaja se muere de asco viendo cómo corren las horas durante el día, pendiente de un reloj que lo mantiene atado y que le da poca correa para husmear lo que hay en el mundo. Y tiene que ver cómo sus hijos crecen, siendo éstos independientes desde el primer día de vida porque la sociedad que nos ha conquistado, es la misma en la que es necesario que un matrimonio trabaje sin descanso para poder pagar, sin privilegios: Luz, agua, hipoteca, coche, comer, vestir y un innumerable etcétera. Llegados a este punto, nos alcanzan los problemas familiares. Cuando uno llega a su casa y a las primeras de cambio se cuela en una discusión sin sentido, que no ve fin con el paso de los días, sino que se intensifica. Hoy pueden ser unos calcetines que no están en su sitio, mañana una botella de agua que no se ha guardado en la nevera o que no debería estar en la nevera.
Pero la culpa es de todos, porque no hemos aprendido nada de nuestros problemas y cuando hemos conseguido quitarlos del medio, ha sido por medio del exterminio total del mismo. No hemos dejado en nuestras retinas ni un ápice de ellos por culpa de lo que nos hicieron pasar, por eso no aprendemos, porque los problemas los tratamos como problemas. Cuando los deberíamos respetar como lecciones. Lecciones que, una vez aprendidas, deberíamos difundir con ahínco en busca de un beneficio común, que no es otro, que mejorar y prosperar como personas, para respetar y escuchar al prójimo atajando el camino por comprenderlo y ayudarlo, de ser necesario. En definitiva, para mejorar nuestra calidad de vida olvidándonos de lo que se supone debe hacernos felices. Y que nuestro tiempo sea para lo que de verdad importa sin olvidarnos de nuestras obligaciones.
Por eso os digo: Tomaros la vida con más calma, por favor.
Por Daniel Rubio.