Cuando Madrid te invita a pasear resulta complicado negarse. Así que en éstas me vi hace unos días transitando por la Calle Toledo cuando los siempre provocadores colores del Mercado de la Cebada reclamaron mi actitud distraída. Casi sin darme cuenta me acerqué hasta su portada y me detuve unos instantes. La llamativa intervención hace unos años de Boamistura atizó el sombrío porvenir de este mercado cuyos orígenes se remontan al Siglo XVI cuando en esta zona, en sencillos puestos al aire libre, los moradores de la Villa hacían acopio de legumbres, cereales y tocino.
Aquellos precarios puestos dieron lugar, en 1875 a un enorme mercado, obra de Mariano Calvo y Pereira, que a base de hierro y cristal levantó este coloso y a su mellizo, el Mercado de los Mostenses. Fue precisamente aquel gran mercado central, teñido en colores sepias el que me vino a la mente al ver a su actual descendiente. Comencé a recordar muchas de las escenas antiguas con las que me he ido topando durante este tiempo del Mercado de la Cebada. Los retales de aquel castizo zoco no presumen de colores pero hacían, y hacen, gala de un enorme bullicio, de una vida envidiable. Precisamente lo contrario que su estatus actual, donde su viva fachada contrasta con sus desangeladas entrañas.
Aquel mercado de hierro se desvaneció en 1956. Hoy, a través de algunas instantáneas trataremos de entender cómo era y llenaremos la cesta de la compra mientras hacemos un evocador viaje al pasado.