La vida es esta

Por Paula Castro @PaulaCupcakes

No quiero que penséis que este es un post Mr. Wonderful en el que os hablo de lo bonita que es la vida u os trato de dar lecciones de cómo vivirla. Más que otra cosa, este post es una amalgama de pensamientos que me rondan la cabeza y de los cuales me apetece hablar.

A mis 28 años, he dado muchos bandazos a lo largo de mi vida. Hace una década, cuando entré en este maravilloso mundo de la mayoría de edad y el adulting, tenía unas expectativas y estas no solo no se han visto cumplidas, sino que han ido transformándose en todo este tiempo. La cuestión es que tendía a soñar a lo grande y a posponer la felicidad, de modo que pensaba cosas como "cuando termine de estudiar viviré no sé dónde, trabajaré en no sé qué, me compraré una casa de esta manera...". Y tener metas está muy bien, el error es pensar que tu vida comenzará entonces, y no es así.

Lo que quiero decir es que la vida no es la búsqueda de esas grandes metas, sino todo lo que hay entre medias. El valor no reside en el chalet que te quieres comprar algún día, sino en todas las tardes que pasas haciendo las cosas que disfrutas. Y, aunque esto pueda parecer una obviedad, me ha costado mucho llegar a este punto.


Cuando eres joven, tienes una idea de lo que quieres que sea tu vida. Puedes soñar con triunfar en el mundo del cine, formar una gran familia, mudarte a una casa de tres plantas junto a la costa... Lo que sea. Y vives constantemente proyectándote en ese futuro. Como he dicho antes, no es malo tener metas o motivaciones, el error está en perderse en ello. Tu vida no es esa. Tu vida es todo lo que haces cada día. No es conseguir todo eso lo que te va a traer felicidad, sino realizar pequeñas cosas día a día.

Entender esto es vital para cuidar nuestra salud mental, ya que las expectativas no cumplidas pueden convertirse en una losa pesada que nos lastre y nos haga caer en un pozo. Yo ya he estado en ese pozo y por eso he tenido que ir reajustando mis metas y mis expectativas a cada paso. Ahora ya no aspiro a un brillante futuro, sino que intento aferrarme al presente y pienso cada día en qué puedo hacer para ser un poquito feliz.

Esto es especialmente frustrante para nosotros los millennials. Crecimos en una sociedad en la que aspirar a tener una casa, un coche y una familia era lo más normal, pero cuando crecimos y vimos la realidad nos dimos cuenta de que íbamos a tener que conformarnos con menos y aún así seguir siendo felices. En este sentido quiero que se entienda que cada cuál tendrá su propio concepto de la felicidad y todos son válidos.


Cambiar el chip del "tendré X y entonces será genial" al "tengo X y debo ver qué puedo crear con ello" no es tan fácil como a priori puede parecer. Lleva su tiempo y algunos tenemos que hacer un importante ejercicio mental. 

Ojo, no se trata con conformarse con menos de lo que te gustaría. De lo que se trata es de poner el valor en las tardes de cine, en los picnics de verano, en las comidas familiares del domingo, en la rutina de skincare de cada noche, en los paseos al atardecer... En todo lo que podemos hacer HOY para disfrutar.

Personalmente, yo me agobio muchísimo pensando en el futuro. La incertidumbre me come por dentro y eso me genera ansiedad. Me planteo qué pasará si en lugar de lograr un trabajo en el que gane 1.500 solo consigo uno en el que gane 1.200 (cifras al azar). O qué pasará si no puedo comprarme una casa con jardín. O qué pasará si me siento en la obligación de trabajar en algo que odio. Y así con un montón de cosas. Y realmente nada de eso importa. Porque la vida no es el trabajo, ni hacer tres grandes viajes al año, ni nada de eso. La vida es todo lo que hay entre medias. Es cada tarde que rellenas con actividades que te gustan. Es cada hora de las 24 que forman el día. Es cada fin de semana que tienes para descansar.

Y ya la estamos viviendo.