«Sí, es hoy» le dije mientras sacaba el reluciente vestido del armario y ella iluminaba con sus ojos la habitación. Entonces, sin hacer caso a mis protestas, se deslizó de la cama y caminó hacia la caja de los zapatos rojos que había descubierto el día anterior. Ni tarda ni perezosa, comenzó a pedirme que la vistiera y que le diera el desayuno.
La noche anterior se había armado un pequeño drama en casa porque, además de un problema de vestuario -que se solucionó gracias a los esfuezos de mi madre- esta aprendiz de madre había olvidado comprar las manzanas rojas que complementarían el disfraz. Pero al final todo salió bien. Montse fue recibida en el cole por unas de sus maestras que le dijo: «Hola Blancanieves, vienes muy guapa hoy». La niña giró la cabeza y me sonrió.