Mientras buscábamos entre los montones de disfraces intenté convencerla para que desistiera de vestirse de princesa, simplemente para variar. De repente sus ojos se posaron en un vestido rosa brillante y lo señaló diciendo: «Es este mami, mira, lo encontré, es este, este es el disfraz de princesa que quiero».
El aprendiz de padre y yo nos miramos aterrados e intentamos distraerla con un disfraz de payasito que teníamos en frente. Pero ella ni caso, tenía el faldón del vestido apretado entre las manos. Cuando vi el brillo de sus ojos me di cuenta de que el disfraz rosa-algodón de azúcar se iría con nosotros, sí o sí.
Me costó hacerme a la idea porque si bien el vestido es bonito, es el color lo que no me convence. Y es que el rosa me gusta, pero no en exceso. En fin, la peque está encantada y al final eso es lo que importa.