La vida es un carnaval (II)

Por Alfonsin

El año pasado, por estas fechas, se me ocurrió hacer una trivia para que los amigos del fb y seguidores del blog me ayudarán a escoger el disfraz de Montse. La mayoría se inclinó por el de Blancanieves y ella estaba feliz. Este año, con 34 meses cumplidos, la peque ya es toda una experta en la toma de decisiones, así que supuse que estaba lista para escoger su propio disfraz. Al principio dudo un poco, me dijo que quería vestirse de Woody (Toy Story) y me pareció una idea genial. Después cambio de opinión y pidió un disfraz de dinosaurio, así que se me ocurrió que podríamos hacerlo juntas. Luego decidió que el que más le gustaba era el de la Bella Durmiente y allá vamos, a la tienda, para buscar alguno que se le pareciera (porque mi nivel de manualidades no es suficiente para diseñar un vestido de princesa).

Mientras buscábamos entre los montones de disfraces intenté convencerla para que desistiera de vestirse de princesa, simplemente para variar. De repente sus ojos se posaron en un vestido rosa brillante y lo señaló diciendo: «Es este mami, mira, lo encontré, es este, este es el disfraz de princesa que quiero».

El aprendiz de padre y yo nos miramos aterrados e intentamos distraerla con un disfraz de payasito que teníamos en frente. Pero ella ni caso, tenía el faldón del vestido apretado entre las manos. Cuando vi el brillo de sus ojos me di cuenta de que el disfraz rosa-algodón de azúcar se iría con nosotros, sí o sí.

Me costó hacerme a la idea porque si bien el vestido es bonito, es el color lo que no me convence. Y es que el rosa me gusta, pero no en exceso. En fin, la peque está encantada y al final eso es lo que importa.